Babalucas le propuso una vez más, ansiosamente, a Pirulina: "¿Lo hacemos, Pirulina? ¿Lo hacemos?". Responde con impaciencia la muchacha: "Otra pregunta idiota como ésa y me levanto de la cama, me pongo mi ropa y me voy de tu departamento"... Dos recién casadas comentaban sus experiencias de la noche nupcial. "Leovigildo manejó todo el día -relata una-. Cuando llegamos al hotel se tiró en la cama y se durmió al segundo". Dice la otra: "Bronaldo también manejó mucho -comenta la otra-. Pero él se durmió al tercero". (No le entendí)... Le dice la niñita a su mamá: "Mami: llevé a mi perrita a pasear en el parque, y yo creo que se le ponchó una patita, porque un perrito se la estaba inflando"... El médico le informa al padre del recién nacido: "Tuve que practicarle a su esposa una cesárea. El niño estaba todo encogido; con la cabeza por un lado y las piernas abiertas en una postura muy incómoda". "¿Lo ves, Gelasio? -se vuelve la señora hacia su esposo-. Yo te decía que en el vocho no"... Susiflor le dice con quejumbrosa voz a su novio Libidiano: "¡Cómo eres malo, Libi! Todos los novios de mis amigas ya pidieron su mano, ¡y tú eso es lo único que no me has pedido!"... Quien esto escribe levanta la mano y hace una propuesta: que no haya otros diputados ni senadores que los de mayoría; que sólo aquellos que ganan su curul o su escaño en una elección tengan derecho a ocupar su sitio en la respectiva Cámara. Porque sucede que estamos manteniendo a una cáfila de "representantes populares" que no son populares -las más de las veces nadie los conoce- y que a nadie representan aparte del interés de su partido. Eso podía explicarse en tiempos de la dominación priista, cuando había que dar una apariencia de ejercicio democrático; pero ahora, instaurada ya la democracia en México, esas ficticias representaciones son irritantes, y constituyen indebidas dádivas a los partidos. No ha de haber tantos diputados, y la representación senatorial, desvirtuada por la partidocracia que sufrimos, debe recobrar el espíritu original que tuvo en la Constitución, el de representar la soberanía de los estados. Y ya no digo más por dos razones: la primera, porque me siento muy encaboronado; la segunda, porque estoy preparando otra proposición... El león, rey de la selva, solía de vez en cuando invitar a los animales a una fiesta. Por desgracia siempre esos saraos degeneraban en orgías, en tremendas bacanales donde los invitados, con olvido de todo orden moral, se entregaban a excesos deplorables. Ahí andaban revueltos el chango y la jirafa; al elefante se le veía con la hormiga; el cocodrilo y el búfalo iban de la mano, y así. Atento a las buenas costumbres y al orden y decoro que en su reino debían prevalecer, el león dictó una draconiana ley: antes de entrar en la fiesta todo animal macho debía dejar en la puerta la parte que lo distinguía como tal. Recibiría por ella una contraseña la cual, terminado el convite, cambiaría otra vez por la parte que dejó. Sucedió que un día el chango y la changuita salían de la fiesta cuando el mico se detuvo de pronto, consternado. "¡Qué barbaridad! -exclama lleno de apuro-. ¡Por equivocación me dieron la parte que amparaba la contraseña del onagro, llamado también asno salvaje!". Le dice presurosa la monita: "¡Tú hazte tonto y camina más aprisa!"... Regresó Susiflor de su luna de miel. "Has de venir feliz" -le dice su mamá. "Mucho -responde ella-. Pero más felices vienen mis piernas". "Tus piernas? -se extraña la señora-. ¿Por qué?". "No sé -contesta Susiflor-. Supongo que es por la alegría de verse juntas otra vez"... FIN.