Por primera vez en su vida Susiflor se vio en un campo nudista. Paseó la mirada por los socios y luego exclamó con asombro y entusiasmo: "¡La Constitución está equivocada! ¡No todos los hombres son iguales!"... La bella cazadora hizo un safari a África. Por perseguir una pieza fue a dar a un cenagal, y cuando menos acordó ya estaba hundida hasta el pecho (los dos) en el pantano. Gritó desesperadamente, y llegó el cazador blanco que era su guía en el safari. "¡Ayúdeme a salir, Hubert!'' -gimió la hermosa cazadora. "¡Caramba! -dice el guía con lúbrica sonrisa-. Es usted la tercera mujer con la que he hecho el amor y la he sacado de un pantano''. "Yo no he hecho el amor con usted'' -protestó con angustia la muchacha. Responde el cazador atusándose el bigote: "Y yo tampoco la he sacado del pantano''... Aquel señor estaba casado con una mujer de nombre Flordelisa, a la que todos llamaban Lisa. Un día llevó a un amigo a su casa, y le pidió a Flordelisa que les trajera unas cervezas. Pasó un buen rato, y ella no hacía acto de presencia. El visitante le insinuó al marido: "Hace más de media hora que le pedista las cervezas a tu esposa''. Dice el otro: "¿Qué no has oído hablar de la hueva de Lisa?''... Había en mi ciudad un individuo muy simpático, pero muy vago. Cierto día acudió al banco y le pidió al gerente un préstamo. "Claro que sí, Fulano -dijo el funcionario-. Pero debe usted traerme las firmas de don Mengano y don Zutano, como aval". Estos señores eran los hombres más ricos de Saltillo (que tenía dos hombres ricos nada más), y a nadie jamás daban su firma. No contaba el gerente con que ambos señorones querían bien al perdulario, pues los divertía con sus ocurrencias. Así, el día siguiente el solicitante llegó con las dos firmas. De inmediato el gerente del banco ordenó que le entregaran el dinero. "Muchas gracias, señor" -agradeció aquel vivalavirgen. Tomó el papel con las dos firmas, y esgrimiendo la pluma preguntó: "Y ¿donde debo firmar yo?". "¡No! -clamó asustado el banquero al tiempo que le arrebataba la pluma-. ¡No me eche a perder esas dos firmas!". Actualmente se ha perdido ese cuidado, y ahora los bancos reparten tarjetas de crédito como volantes, y otorgan créditos a quien saben no les podrá pagar. A esa supina irresponsabilidad se debe en buena parte la crisis económica en que se debate el mundo, y también El Moquetito, Tamaulipas... Entró en la taberna un pirata de feroz aspecto. Lucía una gran barba roja; un parche le cubría un ojo; caminaba apoyándose en una pata de palo, y en vez de mano derecha tenía un agudo gancho de metal. Se dirigió al baño de la taberna. Pasó un rato. De pronto se escuchó un horrible ululato de dolor. Ante el espanto de todos los presentes salió del baño el pirata dando grandes saltos y pegando lastimeros alaridos. "¿Qué le pasó, señor pirata?" -le pregunta asustado el tabernero-. "¡Ay, ay, ay, ay! -gime el pirata-. ¡Apenas ayer me pusieron este maldito gancho, y se me olvidó que lo traía!".... Los recién casados recibieron como regalo de bodas un perico. Estaba ya en la casa aquel lorito cuando los novios regresaron de la luna de miel. La juvenil pareja se entregó a sus arrumacos. El lorito no les quitaba la vista de encima. Nerviosa por aquello la flamante esposa cubrió la jaula con una toalla y amenazó al perico: "Si te asomas te voy a regalar al zoológico". Dicho lo anterior los desposados trajeron a la recámara la maleta en que traían sus cosas. Pero no la podían abrir. "Ponte arriba, mi amor" -pidió el muchacho. "-No, súbete tú" -sugirió ella. "Bueno -sugiere el muchacho-. Vamos a ponernos los dos arriba". Al oír aquello el perico asoma la cabecita y dice: "¡Zoológico o no zoológico, esto no me lo pierdo!"... FIN.