La señorita Peripalda, catequista, les dice jubilosa a los pequeños: "¡Felices Pascuas, niños!". Y luego les pregunta: "¿Saben ustedes qué significa 'Pascuas'?". Pepito alza la mano: "Son dos trancazos dados por el Hombre Araña". (Se equivocaba Pepito. Eso se escribe: "¡PAZ! ¡CUAZ!", no "Pascuas")... Había reunión familiar en la sala. La niñita se sienta en el regazo de su papá y luego le dice con orgullo: "¡Tengo mejor equilibrio que tu secretaria, papi! ¡Cuando ella se sienta en tus rodillas tiene que abrazarte para no caer, y yo no!"... Le pregunta una vedette a otra: "La primera vez que te acostaste con un hombre ¿fue por amor o por dinero?". Se queda pensando la otra y luego responde: "Cinco pesos no era mucho dinero. Supongo que más bien fue por amor"... Si un hombre es pesimista a los 40 años, es que sabe mucho. Si un hombre es optimista a los 40 años, es que no sabe nada. Hace mucho tiempo pasé yo de los 40, y sin embargo sigo siendo un optimista. Quizá, en efecto, ésa la mejor prueba de que no sé nada, pero en todo caso el optimismo ayuda más a la felicidad que el pesimismo. Llevo conmigo todavía, afortunadamente una infantil ingenuidad que me lleva a pensar que este mundo va evolucionando hacia el bien, lo mismo que quienes en él vivimos. La idea no es mía, ciertamente: la enunció un sapientísimo jesuita que se llamaba Pierre Teilhard de Chardin, a quien los jerarcas de su Iglesia persiguieron con la sañuda asiduidad con que las religiones han perseguido siempre a los que piensan. Él dijo que todo lo creado se dirige hacia su perfección y plenitud movido por la invisible fuerza del amor. Su tesis era optimista, y ese optimismo cristiano contribuyó mucho a disipar las confusiones que separan el pensamiento científico del pensamiento del creyente, y ayudó a muchos a entender la sacralidad -es decir lo sagrado- que reside en todos los seres y las cosas. Todo esto no es filosofía abstracta; y tiene en nuestro tiempo aplicación. Con motivo del Día Internacional de la Tierra en miles de ciudades de los cinco continentes millones de personas apagaron durante una hora la luz en sus hogares, y los gobiernos ordenaron dejar sin luz los monumentos públicos. Díganme mis cuatro lectores queridísimos si eso no fue un acto de amor por esta casa común que es el planeta en que vivimos. Irá creciendo poco a poco eso que se llama conciencia ecológica, amorosa preocupación por nuestro mundo y por quienes lo habitarán en el futuro. La humanidad avanza, como movida por una fuerza superior, hacia ese Omega que decía Teilhard, en el que todos nos fundiremos en el amor y el bien... Después de esta larga peroración regreso a mi mester de fruslería... Al muchacho aquél le gustaba mucho el arte de los tapices. Grande fue su dicha cuando en una tienda de antigüedades encontró dos preciosos gobelinos que, habría jurado, eran de Lurcat o de Saint-Saëns. Lleno de felicidad quiso compartir su buena suerte con una amiga. "¡Ignavia! -le dice-. ¡Si me visitas esta noche en mi departamento te enseñaré mis gobelinos!". Ella se indigna. Le dice con enojo: "¿Ya vas a empezar con peladeces?".... Don Chacro, granjero, llamó con un grito a su hija: "¡Loretela!". La chica que estaba en el granero, respondió: "¡En un minuto acabo, padre!". Luego, dirigiéndose al muchacho que con ella se agitaba en urgentes movimientos de amor, le dice con apremiante voz: "¡Date prisa, Convulsio! ¡Nunca le he echado una mentira a mi papá!"....Es la noche de bodas. La enojada mujercita le reclama a su agotado esposo: "¿Cómo que me espere un poco, Febliciano? ¡Pero si hasta en la tele hay repetición instantánea!"... FIN.
