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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Lord Feebledick llegó a su casa después de haber participado en la cacería de la zorra. Al entrar oyó un grito que provenía de la alcoba. Ese grito era "Tally-ho!", el mismo que usan los jinetes para excitar a sus cabalgaduras y a los perros en la persecución de la raposa. Se dirigió milord a la recámara, y cuál no sería su sorpresa al ver que lady Loosebloomers, su mujer, cabalgaba en el lecho conyugal sobre el robusto mocetón Wellh Ung, encargado de la crianza de faisanes. Montada sobre el mancebo, que yacía en posición de decúbito supino -o sea de espaldas- sobre el tálamo, lady Loosebloomers azuzaba al mocetón con una fusta a fin de que se apresurara en sus meneos eróticos. Es de saberse que tal era la postura que invariablemente asumía milady en su relación con aquel joven, pues éste pertenecía a los estratos humildes de la sociedad, y por eso ella siempre se ponía on top. Alguna vez el muchacho quiso estar arriba, en la tradicional posición llamada "del misionero" ("the sexual posture in which the male lies over the female between her spread legs"), la única admitida por su iglesia. Confiaba en que milady, asidua cooperadora de las misiones en Papúa, aceptaría por eso aquella posición. Pero la exigente dama rechazó la idea. Le dijo: "Todavía hay clases sociales, jovencito". Y siguió colocándose on top, o sea arriba. La vio así lord Feebledick y prorrumpió en maldiciones aprendidas en el 21 de Lanceros, en Calcuta. "By Jove! Darnation! Bloody be! -exclamó-. ¡De esto tiene la culpa Mr. Shaw, con las malditas obras que ha escrito sobre la libertad de la mujer! ¡Pero dejo de llamarme Feebledick si no pongo fin a esto!". Y así diciendo fue a su despacho y redactó una carta al Times en la cual exigía que se negara el permiso a Bernard Shaw para estrenar sus obras en Drury Lane o el Covent Garden. Acciones como la de lady Loosebloomers, digo yo, son las que han contribuido a la decadencia de Occidente, incluido El Moquetito, Tamaulipas. Hago una respetuosa exhortación al Occidente para que no decaiga más, y paso a hacer una reflexión que por su trascendencia nadie leerá... A veces la paloma del Espíritu Santo no aletea sobre algunos prelados de mi Iglesia, la Católica, y entonces esos dignatarios se meten en berenjenales por su falta de prudencia, que es, entre las cuatro virtudes cardinales, una de las que más se necesitan. Deberían todos los jerarcas recitar al comienzo de cada día la hermosa oración llamada "Veni Sancte Spiritus", dicha también "Secuencia de Oro", compuesta por el arzobispo de Canterbury, Stephen Langton, en el siglo trece. En esa oración se pide la presencia del Espíritu Santo para que su luz ilumine nuestra palabra y nuestras obras. Con ligereza, sin pensar en el alcance de sus declaraciones, ni en los efectos que podrían tener, un prelado dice saber dónde vive tal o cual capo de la droga, y luego se desdice, y dice que no dijo ni dice ni dirá nada, y que nada oye y nada ve. Algún otro afirma con supino desparpajo que hay gobernadores y alcaldes comprometidos con el narcotráfico, y exige a la autoridad que los persiga, pero se cuida bien de dar nombres, según sería su deber de ciudadano y de protector de su grey. Antes la Iglesia Católica tenía en México, entre sus jerarcas, a muchos que eran verdaderas luminarias. Ahora sólo tiene algunos que con afán las buscan para lucir en forma personal... En una fábrica de productos de caucho se elaboraban condones y chupones para bebé. Un visitante observó que en la línea de producción de los condones había un dispositivo que le hacía un pequeño agujero a uno de cada 10 preservativos. Preguntó muy intrigado al gerente: "¿Por qué agujeran así esos condones?". Respondió el sujeto: "No podemos dejar que se nos caiga la venta de chupones"... FIN.

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