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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Doña Frondosia, señora de opíparo tetamen y nalgatorio ubérrimo todavía en edad de merecer (la señora, digo, no el nalgatorio ubérrimo), fue ante el obispo de su diócesis y presentó una queja. "Iba yo caminando por la calle -le contó-, y en la esquina de Aguascalientes y Río Frío, que la gente llama Esquina Tibia, estaba un sacerdote con varios individuos. Cuando pasé, el cura me miró con ojos lúbricos y dijo luego a los que con él se hallaban: 'A esa vieja soy capaz de echarle tres polvos'". El obispo frunció el ceño -la ocasión no ameritaba fruncir otras cosas- y luego preguntó: "¿Qué cura era ése?". Responde la señora: "Es el que las mujeres apodan el Padre Incapaz, porque dicen que las hinca y ¡paz!". Inquiere de nueva cuenta el dignatario: "Y ¿qué fue lo que le dijo?". Repite la señora: "Dijo que era capaz de echarme tres polvos". El obispo considera la cuestión por un instante y luego le dice a la señora con tono de absoluta convicción: "Sí se los echa". Pues bien: acabo de aprender que curas como el tal padre Incapaz, y otros aún de peores costumbres, son de gran utilidad para la Iglesia, y hasta muy necesarios, pues ayudan a que los fieles vean como más humanos a los sacerdotes, y eso los acerca a ellos. Al menos tal idea se infiere de la suprema necedad -por caridad cristiana no pongo "idiotez", "imbecilidad" o "estupidez"- que dijo el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Cuando un reportero le preguntó si afectaría a la Iglesia la noticia de que un sacerdote participaba en una red de pornografía infantil, el jerarca respondió: "No, al contrario; entre más humanos nos vean los fieles más nos van a apreciar". ¡Eso dijo, hágame usted el refabrón cavor! Ayer nada menos escribí, a propósito la falta de prudencia con que hablan algunos dignatarios de la Iglesia Católica, que en muchas ocasiones la paloma del Espíritu Santo no aletea sobre ellos. Le agradezco al secretario de la CEM haber dado, y tan pronto, un nuevo dato para sustentar mi afirmación. Por favor, señores del clero, cuiden sus palabras y -sobre todo- sus acciones. Ya no nos hagan sentir vergüenza de ser católicos... Un señor de edad madura acudió ante el doctor Ken Hossana, y le dijo que deseaba recibir algún tratamiento que le permitiera llegar a los 100 años. Le preguntó el facultativo: "¿Qué clase de vida lleva usted?". "Muy sana" -respondió el señor. "¿Muy sanababích?" -quiso precisar el médico. "No -replicó el hombre-. Muy sana, a secas. No bebo vino, cerveza ni licores; no me desvelo con amigos jugando al dominó o a las cartas; jamás ando con mujeres...". Pregunta con enojo el doctor Ken Hossana: "¿Y entonces pa' qué chingaos quiere vivir tanto tiempo?"... Cuando ella y él son novios él le ruega: "Vamos a hacer como si fuéramos casados". Cuando ella y él ya son casados él le suplica: "Vamos a hacer como si fuéramos solteros"... El cliente, indignado: "¡Mesero! ¡Hay una mosca en mi plato!". El mesero, imperturbable: "¿Y cuántas pidió el caballero?"... Una linda secretaria les contó a sus amigas: "Por fin encontré un muchacho dulce, amable, cariñoso, sensible, considerado y detallista. Desgraciadamente él ya tenía su novio"... Un señor relataba: "En mi juventud hice un viaje en bicicleta alrededor del mundo. Tardé nueve años en hacer ese viaje, y otros nueve en volver a sentir los éstos"... Un médico de edad madura le comentó a su esposa: "¡Ah, los jóvenes de hoy! Esta mañana iba yo a operar a una chica, y me preguntó cuántos días después de la operación podría ella reanudar su actividad sexual". Le dice la señora: "No sé por qué te extrañó eso. A mí me parece una pregunta perfectamente normal". "Sí -reconoce el doctor-. Pero la iba a operar de las amígdalas". (No le entendí)... FIN.

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