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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Si la mujer está temblando entre tus brazos; si sientes sus labios ardientes como brasas; si su respiración se agita; si hay en sus ojos un brillo febril, aléjate inmediatamente de ella. Es influenza... Don Estipticio padecía de las tres peores formas de estreñimiento que hay: atónico, espasmódico y proctógeno. Fue con un gastroenterólogo, y éste le dijo que había recibido un líquido capaz de curarle la constipación a un caballo. Le preguntó: "¿Cuánto tiempo calcula usted que tardará en llegar de aquí a su casa?". Respondió don Estipticio: "Veinte minutos". El médico vertió una cucharada del líquido en un vaso con agua. "Y desde la puerta de su casa -volvió a preguntar el doctor- ¿cuánto le tomará llegar al baño?". "15 segundos" -contestó el paciente. El facultativo puso tres gotas más en el vaso. "Y ya en el baño -inquirió- ¿cuánto tarda usted en bajarse la ropa y en sentarse?". "Cinco segundos" -declaró don Estipticio. Con gran cuidado el galeno puso en el vaso una gotita más de la poción. En seguida hizo que el señor la bebiera. Consultó su reloj y le dijo: "Ahora vaya directamente a su casa, porque exactamente en 20 minutos con 20 segundos el poderoso laxativo hará su efecto". El señor se apresuró a salir y se encaminó, presuroso, hacia su hogar. Al día siguiente el médico llamó a la casa del paciente y le preguntó si el laxante había funcionado. "El laxante funcionó -responde don Estipticio con voz feble-, pero el reloj iba 20 segundos atrasado"... Un tipo le pregunta a otro: "¿Tu esposa acostumbra hablar cuando hace el sexo?". "Sí -responde el otro-. De hecho hace unos días me habló desde un motel"... Un hombre de la ciudad oyó decir que la crianza de cerdos era un magnífico negocio; que del cerdo todo se aprovecha, hasta el gruñido. (En cierta ocasión un porcicultor le comentó a don Guillermo Tritschler y Córdova, inolvidable arzobispo de Monterrey, de felicísima memoria: "En tratándose de puercos todo es dinero". "Sí -replicó monseñor Tritschler con tristeza-. Y en tratándose de dinero...". Y dejó la frase en suspenso). El hombre de mi cuento, pues, decidió dedicarse a la porcicultura. Fue a una granja cuyo dueño, según le habían dicho, criaba los mejores sementales de las razas más conocidas: Yorkshire, Large Black, Poland, Duroc Jersey, Suffolk, Essex, Victoria y Middle White. Le pidió al hombre que le mostrara algunos ejemplares. El hombre trajo uno. "Éste es Duroc" -le dijo. Y sopesando los testículos del cerdo añadió: "Pesa 75 libras". Lo puso en una báscula y, en efecto, el animal pesaba 75 libras exactas. Trajo otro. "Éste es Yorkshire" -dijo. Y volviendo a pulsar los dídimos del puerco declaró: "Pesa 90 libras y media". Lo llevó a la báscula y, ciertamente, el cerdo pesaba lo que el sujeto había dicho. "Perdone -preguntó el visitante con asombro-. ¿Cómo hace usted para calcular con tanta exactitud el peso de sus animales?". Responde el granjero: "Lo determino por el peso de sus testículos, y nunca me equivoco". El citadino escogió uno de los puercos, y pagó por él la cantidad que fijó el dueño. Seguidamente le pidió: "Necesito una factura". Dijo el granjero: "Vaya a la casa con mi esposa. Ella se la extenderá". Se dirigió el comprador a la casa, y al punto regresó. Le preguntó el granjero: "¿No encontró a mi esposa?". "Sí la hallé -responde el señor con algo de vacilación-, pero estaba ocupada. "¿Ocupada? -se extraña el individuo-. ¿En qué?". "Bueno -vacila aún más el comprador-. Por lo que vi, estaba calculando el peso del lechero"... FIN.

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