La esposa de don Languidio, maduro caballero, le propone: "Subamos al segundo piso y hagamos el amor". Con voz feble responde el añoso señor: "Escoge una de las dos cosas. No puedo hacer las dos"... Un grupo de señoras fue a visitar la fábrica de básculas de la ciudad. Les dice el encargado de la planta: "Estamos por sacar al mercado un nuevo producto. Es una báscula que dice con voz humana el peso de la persona. ¿Les gustaría probarla?". Una de las señoras sube a la báscula. Y se oye la voz del aparato: "Por favor, sólo una persona a la vez"... La vida, que es un regalo, me hace muchos regalos. Regresé de un largo viaje por el país del norte (Estados Unidos, según la mayor parte de los observadores) y encontré que en mi casa me esperaban dos regalos. El primero, la dedicatoria que de uno de sus artículos me hizo Germán Dehesa, por quien tanto afecto siento, y tanta admiración. A Germán mis paisanos y yo le ofrecemos un trasplante. ¡Cómo nos gustaría trasplantarlo acá, a Saltillo! Lo someteríamos a una dieta a base de arroz huérfano de "La Canasta", tacos de cachete de "Los Pioneros", cabrito de "El Principal", menudo de "El Viena", chicharrón de aldilla de los señores Alanís y pan de pulque de Mena. A esos inefables manjares añadiríamos un vaso cada día, tomado en ayunas, de las miríficas linfas del Ojo de Agua de Saltillo, capaces de acabar con todos los achaques, ajes, dolamas, arrechuchos y alifafes. Eso -se lo puedo garantizar a Germán ante notario público- le daría larga vida, para bien de la República y provecho de sus habitantes, pues mi amigo pertenece al patrimonio nacional, y en tal virtud debe ser objeto de toda suerte de consideraciones. Así como hay pueblos mágicos hay también seres mágicos. Germán Dehesa es uno de ellos. Gracias, Germán, por ese envío que tanto agradecí y que tanto me alegró. El segundo regalo venía en gran paquete con acompañamiento de una carta que a la letra dice: "Soy su quinta lectora, y una fanática de sus columnas. En mi oficina he cubierto casi toda una pared con recortes de sus columnas. Quienes llegan se detienen siempre a leer o copiar alguna. Es usted una fuente inagotable de ingenio, ternura y picardía. Todos los días leo sus columnas en 'Reforma', y he comprado todos sus libros. ¡Gracias por las lágrimas que me ha hecho derramar con su 'Mirador', y por las carcajadas en que me hace estallar con 'De política y cosas peores'! Espero le guste el regalito". Y firma la señora María de Jesús, que vive en Naucalpan, Estado de México. No es regalito ese regalo, sino regalazo. En un hermoso platón fabricado por sabios alfareros de Tlayacapan, Morelos, la señora María de Jesús hizo inscribir uno de mis textos. En él hablo de la amorosa presencia de la mujer en nuestra vida. La vida es generosa, y esta vez se me presentó como precioso fruto en un platón. Muchas gracias, señora, por haberme dado, con su bello regalo, un bello día... Pepito le pregunta a su papá: "¿Qué son los ancestros?". "Son tus antepasados -le contesta el señor-. Por ejemplo, tu abuelo y yo somos tus ancestros. ¿Entendiste?". "Creo que sí -responde Pepito algo perplejo-. Lo que no entiendo es por qué entonces la gente los presume tanto"... Se hablaba de la tendencia de algunas mujeres a quitarse los años. Comentó un señor: "Mi esposa nunca miente acerca de su edad. Dice que tiene los mismos años que yo, y luego miente acerca de mi edad"... En el hoyo 19 del club, o sea el bar, un golfista les contó a sus amigos: "Mi señora empezó a jugar golf. Ahora el juego la absorbe tanto que en cuestión de sexo me tiene limitado a sólo un día por semana". "Pues tienes suerte -le dice uno de ellos-. A nosotros nos lo quitó de plano"... FIN.