Se interrumpió de pronto la función de cine, y se escuchó una voz en el sistema de sonido: "Si hay en la sala un médico, galeno, doctor, facultativo o clínico, se le suplica ir, acudir, marchar, encaminarse o dirigirse inmediatamente, prontamente, rápidamente, presurosamente o velozmente al foyer, vestíbulo, salón de ingreso, pórtico, recibimiento, área de acceso o hall". (Nota: el encargado del cine estaba tomando un curso de redacción, de ahí la abundante sinonimia). En la sala estaba un médico, que de inmediato se dirigió al vestíbulo. Ahí lo esperaba Himenia Camafría, madura señorita soltera. Cuando llega el profesionista le dice la señorita Himenia, que no olvidaba sus lecturas de la revista "Confidencias": "Doctor: si no es usted casado ¿le interesaría entablar una relación con una señorita seria, dicen no fea, de buenas costumbres y ansiosa de dar y recibir cariño, con vistas al matrimonio si descubrimos que nuestras almas son almas gemelas?"... Simpliciano, joven ingenuo y candoroso, casó con Pirulina, muchacha que sabía de la vida todo lo que se puede saber, y aun algo más. La noche de las bodas ella se veía inquieta, desasosegada. Le dice Simpliciano con ternura: "Te noto algo nerviosa, vida mía". Responde ella: "Perdona. Así me pongo cada vez que lo hago la primera vez"... Casi no pasa día sin que nos enteremos de un nuevo escándalo sexual en que está involucrado un sacerdote. En el mejor de los casos la relación que origina la noticia es con una mujer. El último suceso que llegó a las páginas de los periódicos lo protagonizó el padre Alberto Cutié. Sus devaneos aparecieron en la revista TVnotas USA, pues el señor cura es muy conocido por sus participaciones en programas de radio y de televisión. Un fotógrafo de esa revista lo sorprendió en una playa de Miami con una mujer, y lo captó "abrazándola y besándola, e introduciendo su mano dentro de la parte baja del bikini de la dama". Yo no condeno al padre Alberto. Carezco de toda autoridad para dar lecciones de moral, y tengo fallas más grandes que la de San Andrés. Creo además que ese sacerdote no hizo más que obedecer su condición humana, a diferencia de los curas pederastas, que siguen su condición inhumana. Pero vuelvo a decir una vez más mi sermón de hijo de la Iglesia, sermón honesto y bienintencionado. Pienso que eso del celibato religioso es una irracional e injusta norma que para muchos ha sido motivo de sufrimiento y de dolor. Esa disposición es contraria a la ley natural, que es ley de Dios, quien puso en nuestro cuerpo el don precioso de la sexualidad como medio de perpetuar la vida. Mi sincera esperanza de católico -indigno, pero católico al fin y al cabo- es que alguna vez mi iglesia tenga el valor y la sabiduría para suprimir el celibato, ya que esa disposición es puramente disciplinaria, no toca a los mandatos ni enseñanzas evangélicas, y ni siquiera corresponde a los orígenes y primeros tiempos de la fe cristiana, sino que atiende a preocupaciones mundanales que han causado y siguen causando al catolicismo grave daño. Si no se revisa esa aberrante norma la Iglesia no podrá hacer frente a la crisis que afronta por la creciente deserción de sus fieles y por la falta de vocaciones. Muchos hombres y mujeres hay que sienten el llamado de servir a Dios, pero no tienen la vocación del celibato, ni quieren faltar a su condición humana, reflejo de lo divino. Con el Concilio Vaticano Segundo la Iglesia buscó reconciliarse con el mundo moderno, de los hombres. Si procurara ahora reconciliarse con la naturaleza eterna, la de Dios, saldría fortalecida de ese encuentro, y no sería ya piedra de escándalo, sino sabia y fuerte dadora de la fe, de la esperanza y del amor... FIN.