Torreón Calidad del aire Peregrinaciones Tránsito y Vialidad

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Facilda Lasestas era muchacha dadivosa. A nadie negaba un vaso de agua; a todos daba aquello que de cualquier manera iba a conservar. Sucedió que Simpliciano, joven inocente, se enamoró de aquella daifa, y anunció su propósito de unirse a ella en matrimonio. La madre del mentecato jovenzuelo, atribulada, le pidió al padre Arsilio que hablara con él y lo disuadiera de aquel propósito insensato. Le dijo el buen sacerdote al babiecón: "¿Cómo vas a casarte con esa fulana? ¡Se ha acostado con todos los hombres del pueblo!". Pregunta, severo, el enamorado mozalbete: "Usted, padre, ¿se ha acostado con ella?". "¡Claro que no!" -se indigna el padre Arsilio. "¿Lo ve? -exclama triunfalmente Simpliciano-. ¡No con todos!"... Los eufemismos son palabras decorosas que sirven para designar cosas indecorosas. Los norteamericanos tienen muchos y muy variados eufemismos para sustituir la palabra "penis", que significa "pene". Entre otros muchos nombres lo llaman "dick", "johnson" o "willie". Esos tres eufemismos los registra Robert Chapman en su utilísimo "Dictionary of American Slang". Pues bien: los únicos tres presidentes de los Estados Unidos que han sido objeto de "impeachment", consumado o suspendido, por faltas graves en el desempeño del oficio, han tenido nombres o diminutivos que son eufemismos de la palabra "penis": Andrew Johnson, Richard Nixon y Bill Clinton. O sea "johnson", "dick" y "willie". Cuando hago un hallazgo como éste lo anoto y guardo, igual que la urraca lleva a su nido cosas que brillan, y luego comparto esas inútiles curiosidades, pero pintorescas, con mis cuatro lectores, pues el que no comparte no merece. Otro caso es el de aquel pobre artesano del Ojo de Agua, barrio el más viejo y tradicional entre los de Saltillo. La miseria lo puso en el último grado de la necesidad: no tuvo ya ni para una tortilla que calmara su hambre, y el de su mujer. Entre los dos idearon una estratagema. Se acostumbraba en aquel barrio de condición humilde que cuando en alguna casa había "difuntito" los vecinos y gente que pasaba dejaran junto al petate donde yacía el finado una moneda, piadoso óbolo para contribuir a los gastos del entierro. Acordaron los dos famélicos esposos que él se fingiera muerto. Con las monedas que les dieran tendrían para comer algunos días. Así lo hicieron, en efecto. Se acostó el hombre sobre el suelo, en un petate; la mujer encendió una vela de cebo junto a él, y se sentó en una silla a esperar a los donantes. El primero que llegó fue un compadre del simulado muerto. Entró en la habitación dando traspiés, pues cargaba una estupenda borrachera, y se asombró en extremo cuando supo que su compadrito del alma había entregado el pellejo al divino curtidor. "¿Pos de qué murió mi compadre, comadrita?" -tartajeó el beodo tras persignarse y dejar junto al cuerpo una pepita, o sea 5 centavos. La mujer, aturrullada, no supo qué contestar. Ni ella ni su marido habían pensado en inventar la causa del deceso. Dijo, pues, lo primero que se le ocurrió: "Murió de un dolor de muelas". Consideró el borracho la cuestión y declaró: "Pos se necesita ser muy pendejo para morirse de un dolor de muelas". Al oírse así insultado el fingido difunto se enderezó en su petate y exclamó furioso: "¡Compadre: cada quién se muere de lo que le da la gana! ¡Agarre su chinche pepa y vaya mucho a tiznar a su madre!". Pues bien: acabo de leer una biografía de Theodore Roosevelt, ilustre presidente americano, y he aprendido que ese grande y poderoso señor murió por las complicaciones que le causó un diente infectado. Uso entonces la profunda frase que era obligada en los velorios, y escribo a modo de reflexión moral para decirse en lunes: "No somos nada"... FIN.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 432898

elsiglo.mx