Don Crésido era rico. Tenía una hermosa hija que se hizo novia de un muchacho pobretón. Amábanse los dos con ese tierno amor que es flor de juventud, y de la vida la primera estrella -esto lo saqué de una novela de Corín Tellado, recientemente fallecida, Dios la tenga en su santo reino-, pero temían que el padre de la chica no los dejara unirse en matrimonio, por la gran diferencia de fortunas. Acordaron, pues, que el enamorado fuera a pedir la mano de su dulcinea, y que se hiciera acompañar de algún amigo que apoyara la solicitud. En virtud de que la principal preocupación del padre era lo concerniente a los dineros, instruyeron al amigo para que exagerara todo lo que a ese respecto dijera el pretendiente. Si éste, por ejemplo, decía que tenía mil pesos en el banco, él lo corregiría de inmediato, y diría que tenía un millón, pero que por modestia disminuía su riqueza. Y así en todo lo demás. Llegaron, pues, el muchacho y su amigo, y el novio le planteó a don Crésido la petición. Pregunta el viejo: "Y dígame, joven: ¿tiene usted una casa para que en ella viva mi hija?". "Sí, señor -contesta tímidamente el pretendiente-. Soy dueño de una casita". "¿Casita? -interviene, grandílocuo, el amigo-. ¡Qué casita ni qué casita! ¡Es una residencia, señor; una mansión!". "Ya veo -dice don Crésido-. Y ¿tiene usted otras propiedades?". "Sí, señor -responde con humildad el pretendiente-. Poseo un ranchito". "¿Ranchito? -exclama el amigo, altisonante-. ¡Qué ranchito ni qué ranchito! ¡Es una hacienda, señor; un latifundio!". En ese momento el novio estornudó. "Perdone usted, don Crésido -le dijo el muchacho al padre de su novia-. Traigo un ligero catarrito". "¡Catarrito! -profiere entonces el amigo, enfático-. ¡Qué catarrito ni qué catarrito! ¡Es influenza, señor; una influenza porcina que no tiene madre!"... También el Presidente Calderón ha sido acusado de exagerar cuando dijo que México salvó a la humanidad de esa epidemia. Algunos comentadores han hecho críticas y bromas acerca de la hipérbole presidencial. A lo mejor -pienso yo- la declaración del Presidente fue un intento para mejorar la maltrecha imagen que hoy por hoy tiene México en el mundo. No desesperemos. Esa mala imagen también pasará. Regresará el turismo: la gente pronto olvida, y nuestros atractivos están entre los más hermosos del planeta. Igualmente los productos mexicanos volverán a ser buscados, como han sido siempre. De mí se acuerdan... Nadie se acordará de ti, trivial escribidor. Serás humo de pajas, polvo, ceniza, sombras, nada (sobre todo nada). Tan sólo quedará, si acaso, la memoria de alguno de los infames cuentos con que en vano pretendes exornar tu fútil columneja. Ea, narra algunas de esas historietillas y aléjate después; ya no fatigues más nuestra atención... Nalgarina Grandchichier, curvilínea mujer de anatomía ubérrima, fue con un siquiatra y le dijo llena de angustia: "¡Necesito su ayuda profesional, doctor! Cada vez que bebo una copa no resisto la tentación de entregarme a cualquier hombre. ¡Estoy desesperada! ¿Puede usted hacer algo por mí?". Responde el analista al tiempo que abría un cajón de su escritorio: "Tengo ron y tequila. ¿Qué prefiere?"... El FBI publicó los retratos de los cinco criminales más buscados. "¡Policías indejos! -opinó Babalucas-. ¿Por qué no los agarraron cuando les tomaron la fotografía?"... Oronio y Leovigildo, amigos de toda la vida, fueron con sus respectivas esposas a pasar unos días en la playa. La segunda noche los cuatro se tomaron unas copas, y al influjo del alcohol decidieron hacer un cambio de pareja. Esa experiencia, pensaron, daría mayor interés a sus vacaciones. Así fue: esa misma noche hicieron el cambio. A la mañana siguiente le dice Leovigildo a su pareja al despertar en la cama: "Realmente fue una experiencia interesante". "Sí; muy interesante" -admite Oronio... FIN.