Babalucas tenía tres hijos y una hija, los cuatro ya en edad de merecer. Un día el primogénito salió con la peregrina novedad de que había embarazado a una muchacha, y no podía cumplirle la palabra dada. Babalucas y su esposa tuvieron que indemnizar con una buena suma a los papás de la engañada joven. Pasaron unos meses, y ahora fue el segundogénito el que anunció la misma novedad: había puesto a su novia en estado de buena esperanza, y tampoco estaba dispuesto a hacer honor al juramento que hizo de darle el dulce título de esposa a cambio de la ofrenda de su virginidad. Otra vez Babalucas y su señora hubieron de hacer un fuerte desembolso para calmar las justas iras de los papás de la muchacha. No pararon ahí las cosas. Poco tiempo después el tercer hijo, para no ser menos que sus hermanos, salió con lo mismo: había dejado encinta a cierta amiga suya, y no podía casarse con ella, pues debía presentar examen en la materia de Trabajo Social. "¡Al trabajo manual debiste haberte dedicado, cabrísimo grandón! -le dijo con enojo Babalucas-. ¡Así no nos habrías metido en este lío!". Por vez tercera el papá y la mamá del desaprensivo joven tuvieron que pagar daños y perjuicios a los padres de la seducida. Babalucas y su esposa pensaron que con esto quedaba cerrado el capítulo de seducciones. No fue así. "Fortuna vitrea est -dijo Publilio-.Tum cum splendet frangitur". La fortuna es igual que el vidrio: cuando más brilla es cuando más puede romperse. La única hija del matrimonio les anunció a sus padres que su novio la había embarazado "un poquitito", y no quería casarse con ella. Exclamó Babalucas, jubiloso: "¡Vaya! ¡Hasta que nos cambió la suerte! ¡Ahora nosotros somos los que vamos a cobrar!"... En la misma forma el virus de la influenza porcina le cambió la suerte al presidente Calderón. Su Gobierno había transcurrido bajo un adverso sino. Todos los males de la inseguridad y de la recesión se abatieron al mismo tiempo sobre la gestión calderoniana. En la política, los índices de popularidad del presidente y de su partido andaban a la altura del betún, o sea por los suelos. Pero de pronto vino la epidemia, y ya nadie se acordó de la inseguridad y de la recesión. El tapabocas acalló las críticas que a Calderón se hacían, y hoy por hoy la imagen del presidente es buena lo mismo internamente que en el exterior. Sin duda eso habrá de reflejarse en los resultados de la próxima elección. Ahora el PAN y Calderón son los que cobran. Devotos como son muchos panistas, deberían ir en peregrinación a alguna iglesia a dar gracias por ese súbito milagro: la influenza... El padre Arsilio iba en su bicicleta por una calle de su colonia cuando vio a Pepito, que estaba en el jardín de su casa vendiendo una cortadora eléctrica de césped. Le preguntó "¿Por qué la vendes?". Respondió el chiquillo: "Estoy juntando dinero para comprarme una bicicleta". El buen sacerdote necesitaba una podadora, de modo que le propuso al niño: "¿Qué te parece si yo te doy mi bicicleta y tú me das la cortadora eléctrica?". "Trato hecho" -aceptó Pepito. El padre Arsilio quiso probar la podadora. Tiró varias veces de la cuerda que hacía funcionar el mecanismo, pero no obtuvo resultado. Le aconsejó Pepito: "Para hacer que el motor arranque debe usted decir algunas maldiciones". Replicó el señor cura: "El sagrado ministerio que profeso me impide maldecir, buen niño. Además ya he olvidado las maldiciones que decía cuando era joven, antes de entrar al seminario". "Siga estirando la cuerda -recomendó Pepito-. Después de estirarla unas 50 veces, y que el motor no arranque, se acordará usted de todas esas maldiciones"... Un encuestador preguntó a 10 maridos qué les gustaba, cuando hacían el amor, que hicieran sus esposas. Nueve respondieron sin dudar: "Las compras"... FIN.
