Un hindú, un hombre de África y un mexicano recibieron el privilegio especialísimo de hacer una visita a Dios. El Eterno se daría un tiempecito para recibirlos, y además dejaría que cada uno de ellos le hiciera una pregunta. Cuando se vieron en la presencia del Todopoderoso los tres temblaban, azorados. "Señor -le preguntó el hindú-. ¿Cuándo se acabará la pobreza en la India?". Contestó Dios: "Tardará mil años en desaparecer". Al oír aquello el hindú se echó a llorar. Adelantose el africano y preguntó: "Señor: ¿cuándo se acabará la injusticia en África?". Respondió el Padre: "Tardará 2 mil años en desaparecer". Oyó aquello el africano, y también se echó a llorar. Preguntó el mexicano: "Señor: ¿cuándo se acabará la corrupción en México?". Y entonces fue Dios el que se echó a llorar... Este apólogo -quizás apócrifo, lo reconozco- tiene confirmación en los hechos y dichos que últimamente hemos estado viendo y escuchando. La clase política mexicana parece una Corte de los Milagros en la que toda pillería tiene su asiento y toda bribonada hace su habitación. El libro de pornografía política firmado por Ahumada; les decires y desdecires de Miguel de la Madrid; las turbias aclaraciones de los hermanos Salinas de Gortari, todo viene a confirmar la idea de que la vida pública de este país ha sido una cloaca de corrupción difícil de igualar. Y sin embargo ese no es el verdadero México. Por cada truhán hay miles de mexicanos que ganan honradamente el pan; por cada ladrón de cuello blanco hay millares de mujeres y hombres que diariamente cumplen su deber. México es un país fuerte: lo prueba el hecho de que los pillos llevan ya 500 años tratando de acabar con él, y no han podido. Llegará el día en que la voz de los ciudadanos se oirá más que el vocerío de los políticos; en que la sociedad civil podrá más que los partidos, y entonces ya no habrá sitio para esos enemigos de México que ahora lo dañan con sus rapacerías y sus corruptelas... ¡Bravo, columnista! ¡Inspirado este día has estado! No digo que tu perorata merezca ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero. Los precios de ambos materiales andan ahora por las nubes, y tu monserga fue muy larga. No sonará en el mundo ese mensaje, pero tu verba de admonición y de castigo llegará por lo menos hasta El Moquetito, Tamaulipas, y ahí sí causará mucha impresión. Has cumplido por hoy tu deber de orientar a la República. Camina ahora por sendas más floridas, y narra algunos cuentecillos de humor lene y sosegada amenidad... La niña rica se casó. Su flamante maridito le mostraba el departamento en que iban a vivir. "Ésta es la sala; -le dice-. Ésta es la recámara... Ésta es la cocina...". Al oír lo último pregunta la muchacha: "¿Qué es eso?"... El juez condenó al asesino a 385 años de prisión. El criminal se burla. "Esa sentencia es de imposible cumplimiento -dice-. No puedo vivir tanto tiempo". Le indica severamente el juzgador: "Haga un esfuerzo"... El padre Arsilio iba en su coche por la carretera, y vio un automóvil destrozado. El conductor, que había chocado contra un árbol, hacía señas desesperadas en petición de auxilio. Se detuvo el buen sacerdote, y fue hacia el hombre, que lloraba lleno de aflicción. "¡Mire cómo quedó mi coche! -le dice al padre Arsilio. El sacerdote lo consuela: "A fin de cuentas es sólo hojalata, hijo. Piensa que salvaste la vida". "Y eso de milagro -solloza el tipo-, porque salí disparado por el parabrisas. Pero ¡mire a mi amiga, cómo quedó!". Después de revisar a la mujer que viajaba junto al conductor el curita lo tranquiliza. "Está muy golpeada -le dice-, pero seguramente se recuperará. Ya no llores". "Cómo no voy a llorar! -clama el sujeto-. ¡Vea lo que ella tiene en la mano!"... (No le entendí).... FIN.