Un individuo le confesó al padre Arsilio que tenía trato carnal con cuatro mujeres que vivían en cuatro diferentes pueblos. "¡Caramba, hijo! -le dice el bondadoso sacerdote con tono de reproche-. ¿Cómo puedes hacer eso?". Responde el tipo: "Tengo bicicleta"... En un elegante restorán de la Ciudad de México, "Las Ternezas de Lady Macbeth", el parroquiano llamó a su mesero y le reclamó indignado: "¡Hay una mosca en mi sopa!". Replica el hombre, imperturbable: "Y ¿cuántas pidió el caballero?"... En el súper Pepito le pregunta a un cliente: "Perdone, señor: ¿no perdió usted un billete de 100 pesos?". El hombre finge revisar sus bolsillos y luego dice: "Ah, sí, niño. Seguramente se me salió. ¿Lo hallaste tú?". "No -responde Pepito-. Estoy viendo cuántos señores han perdido hoy billetes de 100 pesos en el súper. Con usted ya van 52"... Después de todo el mundo no anda tan mal si en él hay gente como Vargas Llosa. Admiraba yo mucho a este escritor antes de conocerlo. Después de haber conversado con él -una sola vez- lo admiré más. Añade a su talento y su cultura una fineza de trato que no tienen los que no valen. El último deslumbramiento que me causó el peruano lo tuve al leer un artículo que publicó hace días sobre Corín Tellado. Profundidad de análisis hay en ese texto, y generosidad de espíritu. Vargas Llosa es un liberal en el sentido más lato del vocablo. Pertenece a la especie de intelectuales -en México tenemos a Enrique Krauze y Carlos Fuentes- que ejercen con plenitud su libre pensamiento sin sujetarlo a dogmas de izquierda o de derecha. (O de centro, pues también los centros pueden ser dogmáticos). La presencia de Vargas Llosa en Venezuela debe ser para los venezolanos un recordatorio de que la libertad existe. El escritor fue objeto de hostilidad desde el momento mismo en que pisó la tierra que alguna vez fue de Bolívar y ahora es de Chávez. Pero su voz tendrá que ser oída por este aprendiz de caudillo, que teme -como todos los opresores- a quienes piensan y hablan libremente. Por mi parte me abstendré de ir a Venezuela en estos días, para que Chávez no tenga al mismo tiempo dos temores... La noche era de las más tibias y dulces de mayo, y en el aire había vagos efluvios amorosos. (Esto no es mío: es de la ya mencionada Corín Tellado, qepd). Afrodisio Pitongo, galán concupiscente, llevó a su novia al parque, y le compró una Pepsi para calmar la sed. Pero ni siquiera le dio tiempo de beber su refresco: le pidió que aprovecharan la tibieza y dulcedumbre de la noche, y los vagos efluvios amorosos (también ya antes mencionados) para entregarse al primigenio goce. Fueron, pues, atrás de unos arbustos, y despojados de toda vestidura se dispusieron al furtivo trance. En eso oyeron voces de gente que venía. La chica se puso en pie para vestirse y escapar. Tomó sus ropas y su Pepsi, pero al salir apresuradamente se le enredó la bruna y larga cabellera en una madreselva que por ahí crecía. En vano trató de desprenderse. También sin resultado procuró Afrodisio librarla de la madreselva, cuyo abrazo era tenaz y dulzón a la vez. Desesperado ya, le dijo: "Voy a traer unas tijeras para sacarte de este apuro. Mientras tanto recuéstate, para que no te vean". Se acostó la muchacha en decúbito supino -o sea de espaldas- sobre la muelle grama, con su Pepsi. En eso acertó a pasar por ahí un borrachín. Vio a la hermosa chica, esplendorosa en su ebúrnea desnudez; vio el refresco que en la mano tenía; y dijo entonces lleno de admiración, al tiempo que empezaba a quitarse él también la ropa: "¡Carajo! ¡Con estas promociones de la Pepsi, a la fregada la Coca!"... FIN.