Afrodisio Pitongo, galán concupiscente, fue a confesarle sus pecados al padre Arsilio. "Me acuso -le dice- de haber estado con mujer casada, y haber practicado con ella un frotamiento lúbrico". "Te conozco bien -le dice con severidad el sacerdote-, y sé que ya no necesitas practicar. Deberás rezar 100 credos, y poner 100 pesos en el cepo de la limosna para los pobres. Tal es la penitencia que suelo imponer por el pecado de adulterio". "¡Pero si nada más froté, padre! -protesta el penitente-. ¡Nada introduje!". "Frotar es lo mismo que introducir" -replica el padre Arsilio, enérgico. Salió mohíno el tal Pitongo del confesionario, y fue a cumplir la penitencia. El sacerdote, que lo siguió con mirada vigilante, se dirigió a él lleno de enojo. "¡Te vi! -le dice-. ¡No introdujiste el billete en el cepo! ¡Nada más lo frotaste!". Responde, flemático, Afrodisio: "Frotar es lo mismo que introducir"... A veces las verdades de Perogrullo no son perogrullescas. Por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación olvidó que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Parecería elemental decir que a el Instituto Federal (federal) Electoral tocaría la organización y vigilancia de los procesos electorales federales, y que los organismos correspondientes de los estados tendrían a su cargo esa labor en tratándose de los procesos locales. Sin embargo la SCJN no acepta el consagrado axioma según el cual una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y priva a los consejos electorales estatales de la facultad de sancionar y suspender la propaganda denigrante que hagan los partidos en las elecciones locales, reservando dicha facultad al órgano federal. Con eso fortalece a los partidos políticos, cuyo margen de maniobra es mayor en el Instituto Federal, y reduce o anula de plano la posibilidad de acción de los organismos estatales. Las determinaciones de la Corte sobre la legislación electoral de Coahuila debilitan a la República federal en aras de un anacrónico y nocivo centralismo que al parecer no podemos superar. En la región de los fantasmas, región a la que ambos pertenecen, el pintoresco centralista fray Servando Teresa de Mier ha de estar dando saltitos de alegría, y su acérrimo rival federalista, don Miguel Ramos Arizpe -a quien sus coetáneos apodaron "El comanche" por su carácter ríspido- ha de estar echando madres... ¡Mañana! ¡Sí, mañana aparecerá en esta columneja un tremebundo chascarrillo! Se llama: "Lo único que me falta es...". Inquietante es ese nombre, pero más inquietador es su contenido. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... La madura esposa le pregunta a su marido: "Dime sinceramente, Capronio: ¿qué edad aparento?". "Bueno -contesta él-. A juzgar por tu cara, 20 años. A juzgar por tu busto, 25. Mirando tus caderas, 23. Viendo tus piernas, 18...". Exclama la señora, halagada: "¡Adulador!". "Espera -dice el tipo-. Todavía me falta sumar"... El niñito marciano le pide a su mamá: "Termina ya de hacerme el sandwich, mami, o llegaré tarde al colegio". Responde la mamá marciana: "No me apresures. Nada más tengo ocho manos"... Don Poseidón fue al mercado del pueblo y compró un pollito de pelea. De regreso a su granja debía ir en autobús, pero no permitían llevar animales, de modo que se metió el pollito abajo del pantalón. A la mitad del viaje el pollito empezó a piar. Don Poseidón se había dormido, de modo que no oyó el insistente pío pío. Una monjita que iba sentada a su lado lo mueve para despertarlo, y le dice muy preocupada, y poniéndose muy roja: "Perdone que lo haya despertado, señor, pero creo que se le rompió un huevito"... FIN.