Una muchacha de 18 abriles le contó a su amiga: "En mi cumpleaños la abuela me regaló un diario. Demasiado tarde. Ya todo sucedió"... La criadita de la antropóloga le preguntó qué era ese objeto que había traído de su viaje a África. Respondió la señora: "Es un símbolo fálico". Y dice la mucama: "Pos la verdá, señito, a mí me parece otra cosa"... La mamá de Pepito pensó que su hijo tenía dificultad para coordinar sus movimientos, y lo llevó con un pediatra. El médico le pidió al niño: "Dime dónde está tu nariz". El chiquillo se tocó la nariz. "Dime dónde están tus orejas". El pequeño se tocó las orejas. "Dime dónde está tu boca". Pepito se vuelve hacia su mamá y le dice: "Vamos con otro doctor, mami. Este indejo no sabe nada"... Un sujeto de nombre Crip Torquidia consiguió una carta de recomendación de cierto político importante, y armado con ella se presentó en una oficina pública a pedir trabajo. El jefe de la dependencia vio la carta, y quedó muy impresionado por la firma del suscrito que abajo firmaba al calce. "Cuente usted con el empleo" -le dijo inmediatamente a Crip. Preguntó éste, cauteloso: "¿No me van a poner alguna prueba?". "¡Qué prueba ni qué ojo de hacha! -exclamó el otro empleando una expresión vernácula caída ya en desuso-. Con esa recomendación no necesita usted ninguna prueba. Ya tiene usted el puesto". Pregunta de nuevo Crip, algo nervioso: "Y ¿no me van a practicar examen médico?". "Tampoco es necesario -responde el jefe-. Ya salvamos de la influenza al mundo, y con la carta que trae usted sale sobrando el tal examen. Preséntese a trabajar el lunes. Su horario será de 8 de la mañana a 3 de la tarde". El solicitante dice entonces: "Le pregunté lo del examen médico porque tengo un problema físico, y quiero que lo sepa usted, para que luego no vaya a haber dificultad". "No lo creo -replica el jefe-; pero, en fin, dígame qué problema es ése". Responde Crip muy apenado: "Sucede, señor, que no tengo testículos. Sin ellos vine al mundo. Soy varón; ejerzo como tal; pero carezco de tales atributos. No sé si eso me impida desempeñar el cargo". "De ninguna manera -responde el funcionario-. Estamos en lo dicho: el puesto es suyo. Preséntese aquí el lunes. Eso sí: hay un pequeño cambio de horario. En vez de venir usted, como le dije, de 8 de la mañana a 3 de la tarde, vendrá solamente de 11 de la mañana a 3 de la tarde". Pregunta Crip: "¿Por qué?". Le explica el jefe: "Es que, mire: aquí de 8 a 11 nos la pasamos rascándonos los éstos. No tiene caso que venga usted desde temprano"... Bellacón es el cuento, ciertamente, pero sírveme para ilustrar los muchos males que derivan de la excesiva burocracia. Una de las características que la burocracia tiene -a más de la de no hacer nada, pero hacerlo con 15 copias- es la de reproducirse: donde no trabajan dos burócratas pueden no trabajar tres. Otra cualidad de la burocracia es la de perpetuarse. Charles de Gaulle, al ir cada mañana a su despacho presidencial, veía a dos ancianos sentados en sendos escritorios, sin hacer nada, en una oficina donde jamás había nadie. Preguntó qué oficina era ésa, y le dijeron que era la dependencia encargada de cubrir las indemnizaciones por daños causados durante la guerra franco-prusiana. ¡Y ese conflicto fue en 1870! Nadie vivía ya que pudiera presentar alguna reclamación, pero por inercia burocrática seguía habiendo empleados de esa oficina fantasmal. En México no sólo existe la burocracia propia del estado. Tenemos también burocracia de los sindicatos; burocracia de los partidos; burocracia de las empresas estatales. Y todas esas burocracias gravitan sobre la economía de los ciudadanos. Hay, desde luego, una burocracia necesaria, y útil. Pero me pregunto cuántos burócratas inútiles va cargando en sus espaldas cada contribuyente mexicano. Con sólo pensar eso ya me sentí cansado, motivo por el cual aquí termino... FIN.