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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La definición que la Academia da de la palabra "demagogia" es breve y eficaz: "Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular". Los mexicanos podríamos añadir: "Úsase en México para calmar la indignación del pueblo". El corte de cabezas que en Hermosillo se ha hecho después del doloroso suceso que enlutó a la ciudad es algo puramente demagógico. Ningún propósito útil cumple la salida de los funcionarios que fueron removidos de sus cargos. La tragedia de la guardería ha de servir al menos para evitar que acontezcan otras tragedias semejantes. El buscar chivos expiatorios es insano ejercicio que a un agravio añade otros, y que vulnera los derechos de personas sin responsabilidad alguna en el suceso. Acciones así muestran de nueva cuenta nuestro subdesarrollo, y evidencian que en México importa más la ficción que la verdad... Muy solemne este día has estado, columnista. ¿Acaso aspiras a la inmortalidad? No busques eso: quienes obtienen la inmortalidad ni siquiera se dan cuenta de que la han ganado. De más sustancia son unos tacos de rica barbacoa, una copa de espléndido tequila o -lo mejor de todo- un amoroso abrazo de mujer. Por ese camino (el que nos da disfrute aquí y ahora) narra algunos amenos chascarrillos que pongan una sonrisa en la República y alivien, siquiera sea un poco, los males que la agobian... El hipnotizador sumió a un hombre del público en un profundo sueño. "Estás en un elegante bar -le dice-. Disfrutas una copa del mejor coñac". El sujeto hace los movimientos de quien está gozando una magnífica bebida. "Ahora -prosigue el artista-, te hallas en un restorán de lujo, y te han servido un sabrosísimo manjar". El hombre chasquea la lengua, se chupa los dedos y hace otros gestos que indican deleitación de paladar. "Ahora -le dice el hipnotizador-, estás en la cama con una mujer apasionada. Ella se ha despojado de su ropa, y tiende hacia ti los brazos anhelosos. Empiezas a gozar, frenético, el amor delirante y sin reservas de esa bellísima mujer". El hipnotizado empieza a hacer los movimientos propios del ejercicio erótico. Sin dejar los meneos se vuelve hacia el hipnotizador. "¡Ahora sí! -le dice con tono amenazante-. ¡Si me despiertas te mato, desgraciado!"... Un turista suizo buscaba cierta calle en la Ciudad de México. Se dirigió a un par de mexicanos que estaban en una esquina y les preguntó: "Entschuldigung, koennen Sie Deutsch sprechen?". Los dos se quedaron como quien ve visiones. Intentó en seguida el visitante: "Excusez-moi: parle-vous Francais?". Otra vez los mexicanos siguieron en Babia. "Parlare Italiano?" -inquirió el turista. Los tipos se miraron uno al otro, sin entender. Arriesgó por último el viajero: "Do you speak English?". Nomás menearon la cabeza los mexicanos. El turista se alejó, frustrado. Le dice entonces uno de los tipos al otro: "¿Sabe qué, compadre? Deberíamos aprender una segunda lengua". "¿De qué sirve, compadre? -responde el otro-. Ese güey habla cuatro idiomas, y el indejo anda perdido"... La señora se preocupaba por el futuro, pues ella y su marido se acercaban a la vejez, y no andaban sobrados de recursos. "No te apures -la tranquiliza él-. A lo largo de nuestros 40 años de casados, cada vez que hacíamos el amor yo ponía una cierta cantidad en el banco. Haz de cuenta que cuando te entregabas a mí hacías un depósito en el banco. Tenemos hoy una buena suma". "¡Caramba! -se consterna la mujer-. ¡Cómo siento ahora haber hecho depósitos en otros bancos!"... FIN.

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