Un guerrillero irlandés se hallaba preso en una cárcel de Inglaterra. Su esposa le dijo en una carta que no plantaría las papas que servirían de alimento a la familia, pues sin hombre en la casa ella no podía excavar el huerto. "No lo excaves -le respondió él en otra carta-. En el huerto hay enterradas cajas con armamento". El alcaide de la prisión, que leía todos los mensajes enviados o recibidos por los reclusos, dio cuenta al ejército inglés de aquella comunicación. Poco después el prisionero recibió otra carta de su mujer: "Vinieron soldados ingleses y excavaron todo el huerto buscando algo, pero no hallaron nada". Le respondió el irlandés: "Ahora ya puedes plantar las papas". El cuentecillo ilustra el viejo dicho: "Nadie sabe para quién trabaja". Ese decir puede aplicarse a Marcelo Ebrard, que ha dado y sigue dando apoyo moral a López Obrador, y también -dicen algunos- apoyo morral, es decir en dinero. Seguramente pensó Ebrard que con eso pondría de su lado a López para buscar la Presidencia de la República. Sin embargo AMLO nunca ha dejado de trabajar por su propio interés, y ahora en las encuestas tiene mucha ventaja sobre el jefe de Gobierno del DF. Así, Ebrard está apareciendo en su relación con AMLO como un ingenuo útil, valga el eufemismo. Es poco probable que uno de los dos renuncie a su aspiración. Entonces, en la elección presidencial, ¿postulará la izquierda dos candidatos "de izquierda"? Si tal hace quedará dividida una vez más, con ventaja para el PRI y el PAN. "La izquierda, unida, jamás será vencida". Quizá sea cierto eso. El problema es que nunca se ha unido ni se unirá jamás, pues cada izquierdista es un partido. (Esta última frase es de patente original)... Jactancio, individuo presuntuoso, le hizo el amor a una muchacha. Al terminar el trance le preguntó con tono vanidoso: "¿Gozaste, linda?". "Sí -responde ella-. Mucho". "¿Y qué se dice?"- la amonesta Jactancio. (¡El fanfarrón quería que además de todo la chica le diera las gracias!)... El cuento que ahora sigue fue duramente criticado por el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida. (No confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que acepta la pena capital, pero sólo a condición de que no sea muy grave). El pastor Rocko leyó ese cuento, y sufrió un súbito episodio de espasmos en el pomum Adami (manzana de Adán, nuez, o prominencia del cartílago tiroides en el cuello). Las personas que no deseen sufrir espamos en el pomum Adami, absténganse de leer el relato que ahora sigue... Ella se hallaba en el verano de su vida. Tenía, digamos, 40 años. Estaba en buenas carnes, y ansiosa de disfrutar los goces de himeneo, pues era señorita de las de antes, o sea señorita señorita. Pero era de condición humilde, y escasa en bienes de fortuna. En cambio él era inmensamente rico. Tenía un Alfa Romeo Spider (diseño de Pinifarina); un departamento en Nueva York; una villa en la Toscana: una quinta de recreo en Dubai y una casa en Saltillo. Pero era hombre maduro: vivía los días finales de su otoño, y ya pisaba los primeros de la estación de invierno. A pesar de sus años ella lo amaba con ilusión azul, y en sus vagos ensueños de doncella anhelaba unir a su destino el suyo. (Esta última frase no es de patente original. La tomé de una novela de Carolina Invernizio). Cierto día la muchacha le confió sus temores al senescente galán, temores nacidos de la diferencia de edades y fortunas. Le dijo: "Debemos hacer algo para evitar que se interponga entre nosotros lo que nos separa". Él arriesgó tímidamente: "Quizás el Viagra ayude". (No le entendí)... FIN.