Los periodistas entrevistaron al nuevo canciller de cierto país subdesarrollado, dicho sea sin agravio del presente. Uno le preguntó: "¿Está usted preparado para manejar las relaciones exteriores?". "Espero que sí -respondió el recién nombrado-, aunque confieso que nunca he tenido una". Le preguntó otro: "¿Qué opina de la posición árabe?". "Jamás la he practicado -contestó sinceramente el funcionario-, pero suena interesante". Una representante del movimiento gay quiso saber: "¿Admitirá usted lesbianas entre sus colaboradoras?". "Señorita -le respondió con severidad el canciller-, usted sabe perfectamente bien que no puede haber en el Gobierno personas extranjeras"... Pepito fue con su abuelita. Rosilita, la niña vecina, iba con él. "Abue -preguntó el chiquillo- ¿cómo se llama cuando una persona se acuesta arriba de otra?". La abuelita tosió, desconcertada, pero como era partidaria de decir siempre la verdad a los niños le respondió: "Se llama acto sexual, hijito". Y procedió a dar a los pequeños una completa explicación del caso. Poco después Pepito regresó. "Abue -le dijo a la señora-. Cuando una persona se acuesta arriba de otra no se llama 'acto sexual'. Se llama 'litera'. Y la mamá de Rosilita quiere hablar contigo"... Nuestros políticos deberían tener como símbolo un condón: nos dan un falso sentimiento de seguridad, atentan contra la producción, y amenazan con destruir la próxima generación. Mi abuela mamá Lata daba a sus hijos un consejo. "Búsquense -les decía- una muchacha de buen fondo". El tío Rubén, padre de mi querido primo, el talentosísimo Profesor Jirafales, le contestaba: "Pero el fondo quién se los ve, mamá". En esto de la crisis económica los mexicanos ya hemos tocado fondo muchas veces, y otra vez lo volvemos a tocar. No miramos la luz al fin del túnel; ya casi ni siquiera podemos ver el túnel. La inseguridad es rampante; todos vivimos con un sentimiento de temor. País hermoso es México, pero nosotros lo hemos afeado en tal manera que la vida en él se ha vuelto peligrosa. Es necesario un cambio, porque ya son muchos los mexicanos que piensan que estábamos mejor cuando estábamos peor... El Gran Gurú de Oriente le dice al occidental que lo visitó en su gruta: "Te propongo un trato: yo te digo el último secreto de la vida, y tú me dices cómo configurar mi celular"... Aquel señor fue a comprar un perico en cierta tienda de mascotas. El dueño le presentó uno que -según le demosotró ahí mismo- recitaba el Quijote de memoria, podía cantar todas las partes de tenor de Verdi, y hacía citas de los distintos libros de la Biblia. El loro costaba 6 mil pesos. Pagó el señor el precio, y se llevó aquel sapientísimo cotorro. Pero en su casa el loro enmudeció. De su boca -de su pico- no volvió a salir palabra. El indignado cliente lo llevó a devolver. Le dice el dueño de la tienda: "Seguramente le dio usted un alimento inapropiado que le afectó el cerebro. ¡Y ahora me pide que lo acepte de regreso, cuando el perico no tiene ya ningún valor! Lo tomaré, pero no puedo darle por él más de mil pesos". El hombre aceptó a regañadientes el ofrecimiento, y ya salía de la tienda cuando oyó que el perico le decía al dueño: "No se te olvide: me tocan 2 mil 500 pesos"... En el bar un tipo le dice a otro: "Con gusto pagaría 10 mil pesos por besar el busto de aquella mujer". Responde el otro: "Es mi esposa, y no nos caerían mal los 10 mil pesos. Déjeme preguntarle". Ella aceptó el trato, y los tres fueron a la parte trasera del local. Ahí ella ofreció a la vista del sujeto su ubérrimo tetamen. El tipo lo contempló a su gusto, y luego suspiró: "No tengo los 10 mil pesos, pero créanme que fui sincero cuando les dije que con gusto los pagaría"... Un pequeñito de tres años se estaba viendo sus cositas, lleno de curiosidad. Le pregunta a su mamá: "Mami: ¿esto es mi cerebro?". Responde la señora: "Todavía no"... Post scriptum: Igual que desde hace muchos años, Ramón Alberto Garza tiene ahora -y tendrá siempre- mi admiración, mi afecto y mi solidaridad... FIN.