Hubo una convención de fabricantes de medicinas. Terminados los trabajos varios convencionistas visitaron una casa de mala nota del lugar, y le pidieron a la madame que les mostrara algunas de las damiselas que ahí prestaban sus servicios y todo lo demás. La mujer trajo una chica. "Se llama Frinesia -la presentó-. Cuesta 20 mil pesos". Seguidamente trajo otra. "Esta es Mesalinia -dijo-. Cuesta 15 mil". Ofreció a continuación una tercera. "Ella es Thaisia. Cuesta 10 mil pesos". Al oír aquellos precios inquiere con timidez uno de los fabricantes de medicinas: "¿No tiene algo genérico o similar?"... Don Algón contrató una nueva secretaria. Le informó que su sueldo sería de 15 mil pesos a la semana, pero que sus servicios tendrían que ser completos. "Por esa cantidad -respondió la muchacha-, puede usted esperar de mí cualquier servicio". "Muy bien -dijo don Algón al tiempo que empezaba a desabotonarse la camisa-. Lo primero que haremos será el amor". Lo hicieron pues, cumplidamente, ahí mismo en la oficina. Al terminar el trance el salaz ejecutivo le dice a la muchacha: "Está usted despedida. Me he dado cuenta de que es persona de moral muy laxa. Aquí tiene lo correspondiente a 15 minutos de trabajo"... No sé si para bien o para mal -seguramente a veces para mal; seguramente a veces para bien-, pero los mexicanos somos flacos de memoria. Con prontitud olvidamos lo que nos conviene. Por ejemplo, ¿quién se acuerda ahora de la influenza? Yo no recuerdo ya el complicado nombre, hecho con letras y con números, del virus que la causa. Y sin embargo la enfermedad está presente, y nos amenaza igual que en los días en que no salíamos a la calle sin cubrebocas, y a todos saludábamos a la japonesa, con una ceremoniosa reverencia, para evitar tender la mano. No quiero hablar de ocultaciones por parte de las autoridades sanitarias -lejos de mí tan temeraria idea-, pero he oído decir de un estado del sureste cuyas autoridades afirman que en toda la entidad hay 40 casos de influenza, cuando la gente sabe que una sola escuela ese mismo número de niños presentó uno o varios síntomas de la enfermedad, confirmada en algunos. Es necesario entonces no olvidar. Tanto funcionarios como ciudadanos debemos mantener el estado de alerta, de modo de no incurrir en descuido o negligencia que luego lamentaríamos. Además llegará el invierno -siempre el invierno llega-, y la amenaza arreciará, agravada ahora por misteriosas mutaciones en ese letal virus. Entonces será el llanto y el crujir de dientes. (A los que no tengan dientes les serán proporcionadas dentaduras en forma gratuita, para que también puedan crujir). Alerta, pues, como en "El Trovador" de Verdi, ese inmortal organillero... Viene ahora un cuento pelandusco. Lo leyó doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y sufrió un súbito ataque de erisipela errante y verrugosa que los facultativos hubieron de tratarle con resina de gutagamba y oximel. Las personas alérgicas al oximel o a la resina de gutagamba deben abstenerse de leer el vitando chascarrillo que ahora sigue... En cierto restorán un cliente pidió un café, y la mesera se lo trajo, pero al servírselo tumbó la taza, y la humeante infusión cayó completa en la entrepierna del señor. "¡Disculpe usted, caballero!" -prorrumpió, avergonzada, la mesera. "No se preocupe, señorita -respondió con amabilidad y cortesía el cliente-. Son cosas que suceden. Pero dígame usted: este café ¿es regular o descafeinado?". "Es regular, señor" -contestó la apenada meserita. "Caramba -se preocupó el cliente-. Eso quiere decir que la cosa ésta no va a dormir en toda la noche"... (No le entendí)... FIN.