Los esposos dormían profundamente cuando de pronto él empezó a lanzar terribles gritos, espeluznantes alaridos y horrorosos ululatos. La señora se despertó espantada, y encendió la luz. Su marido estaba sentado en la cama, bañado en sudor frío, con los cabellos erizados y los ojos que casi se le salían de las órbitas. "¿Qué te pasa?" -le preguntó, asustada. "Tuve una pesadilla espantosísima" -responde el marido. "¿Qué soñaste?" -inquiere ella. Contesta el hombre, tembloroso: "Soñé que Sandra Bullock, Julia Roberts, Angélica Jolie y tú se estaban peleando por mí". Dice la señora, confusa: "Y ¿dónde está la pesadilla?". Responde el marido sin dejar de temblar: "Tú ganabas"... Algún piadoso amigo de Marcelo Ebrard, o algún útil enemigo, debería decirle al jefe de Gobierno del Distrito Federal que en su trato con López Obrador está rozando ya los límites de la ignominia y de la necedad, por no decir de la abyección y de la estupidez, que son palabras demasiado duras. En efecto, el señor Ebrard aparece como un pobre diablo sujeto en todo a la voluntad omnímoda de López, cuyos dictados obedece sin chistar y cuyas trapacerías convalida mansamente. Lo sucedido en Iztapalapa es sucio lodo que embarra a todos los que participan en la farsa. Sin embargo eso va más allá de una pedestre anécdota política. Indica que López Obrador sigue siendo un riesgo para este país. No lo es porque la corte de incondicionales que lo rodea esté con él, sino porque con él está el partido de las mayorías, quiero decir el de los inconformes, aquellos que no saben de políticas y que ven sólo a quien se opone al estado actual de cosas. En esa inmensa masa de mexicanos abatidos por la pobreza, por la necesidad, tiene AMLO su partido, más allá de un timorato PRD aturrullado ante el poderío del tabasqueño e incapaz de expulsarlo de sus filas, y más allá también de esos burdos negocios personales que son Convergencia y el PT. Todas las piezas se van acomodando para que López Obrador vuelva a aspirar a ser Presidente de México. De nada sirve que quienes piensan sepan que es un hombre autoritario y totalitarista, enfermo de ambición, y rencoroso, que si llegara al poder no tardaría en instaurar una dictadura personal semejante a la de Chávez en Venezuela, o peor quizá. Los pobres lo seguirán a donde él diga. Y los pobres son muchos, y ponen su esperanza donde ninguna esperanza puede haber. Se equivocan quienes piensan que el País ya tocó fondo. En el fondo -en el cenagoso fondo- está esperando López Obrador... En una autopista de alta velocidad una ancianita iba manejando su pequeño coche con peligrosa lentitud. Un patrullero la detiene y le dice con severidad: "¿Sabe usted, señora, a qué velocidad va manejando? ¡A 10 kilómetros por hora!". "Perdóneme, oficial -responde avergonzada la viejita-. Es que llevo prisa"... En Londres un inglés le cuenta a otro: "Anoche hice el amor con una mujer ardiente, apasionada". "¿De veras? -se interesa el otro-. Y ¿de dónde venía la turista?"... Don Poseidón, granjero acomodado, hizo un viaje a la ciudad. Sus amigos le aconsejaron precaución: en la urbe, le dijeron, había muchos ladrones, y habilísimos, capaces de robarle los calcetines sin quitarle los zapatos. Debía tener cuidado. Cuando se vio en la capital don Poseidón asía su cartera fuertemente, y volvía la vista a todos lados, temeroso. Pasó por una sastrería, y decidió hacerse un traje. El sastre empezó a tomarle las medidas, que iba dictando a su ayudante. Para medirle el largo del pantalón le puso la mano con la cinta en la entrepierna, y midió luego hasta el tobillo. Dictó luego la medida, en centímetros: "Ciento uno". Don Poseidón se asusta. "¿Siente uno nada más? -exclama con alarma-. ¡Ya sabía yo que algo me iban a robar!"... FIN.
