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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Anoche vi al obispo borracho y con dos viejas". Así le dijo Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, a su mujer, católica devota. "¡Eres un mentiroso! -se indignó ella-. ¡Estás levantando un falso testimonio!". "Te estoy diciendo la verdad -insistió Capronio-. Anoche iba yo borracho y con dos viejas, y vi al obispo"... El acondicionador físico les mostró a sus alumnos su bien formado cuerpo, y declaró con orgullo: "No fumo, no bebo, no ando con mujeres y no me desvelo con amigos. Tengo 50 años, y espero vivir otros 50". Se oyó una voz al fondo: "¿Pa' qué chingaos?"... El movimiento de quienes han decidido depositar su voto en blanco en la próxima elección, o anularlo en señal de protesta por los excesos en que incurren los partidos políticos y sus candidatos, ha cobrado particular fuerza en las ciudades grandes. En Monterrey, sobre todo, he oído a muchos electores, pertenecientes los más de ellos a sectores con poder de decisión -empresarios; personas con educación media o superior; intelectuales; mujeres y hombres de buena posición económica y social-, manifestar su propósito de abstenerse de votar, o de anular su sufragio. Esos ciudadanos están en su derecho. Si bien la abstención puede ser objeto de reproche, lo cierto es que votar es un derecho que puede o no ser ejercido a la luz de la legislación electoral vigente, la cual no impone sanción alguna a quienes no sufragan. En la misma forma, el ciudadano tiene también derecho a anular su voto si ninguna de las opciones ofrecidas por los partidos lo convence. Anular conscientemente el voto es también una forma de votar. En ese caso los electores que que han decidido anular su sufragio manifiestan su rechazo a la situación política presente. Su voto no es inútil. La acumulación de sufragios anulados llamaría la atención de quienes tienen el poder, y los haría reconocer por fin la irritación de los ciudadanos a causa del monopolio político que detentan los partidos, esos entes llamados "de interés público" que ningún interés muestran en el bien de la comunidad nacional, y la agobian con los gravosos presupuestos destinados a su mantenimiento. Muchos ciudadanos con capacidad de crítica piensan que no es posible ya seguir haciendo el juego a esa pesada burocracia partidista que en nada contribuye al verdadero ejercicio democrático, sino antes bien lo coarta y lo limita. El voto debe ser siempre razonado. Si del razonamiento deriva la voluntad de anular ese voto, tal determinación es respetable. A veces la mejor forma de servir a la democracia es protestar por su imperfecciones... Decía un señor: "En sus 45 años años de casados mis padres tuvieron un solo pleito. Pero ese pleito duró 44 años"... Don Senilio, caballero de edad más que madura, contrajo matrimonio con Blondilia, una rubia que no llegaba a 30 abriles. En la fiesta nupcial el añoso señor sufrió un infarto, y fue llevado en ambulancia al hospital. El joven paramédico hacía todos los esfuerzos por mantener con vida a don Senilio. Le pide a Blondilia: "¡Dígale algunas palabras a su esposo que lo animen a seguir viviendo!". Obediente, ella le dice a don Senilio: "Ponte bien, mi amor, o tendré que pasar la noche de bodas con este guapo paramédico"... Meñico Maldotado, joven escaso en atributos de entrepierna, casó con Pirulina, muchacha sabidora. La noche de las bodas él se mostró por primera vez al natural ante su flamante mujercita. Lo mira ella y exclama: "¡Uf! Mejor vamos a ver qué hay en la tele"... FIN.

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