"Acabamos de dejar atrás la casa de mala nota más famosa de Los Ángeles". Así dijo el guía a los turistas que iban en el autobús. Desde el fondo se oyó una desolada voz masculina: "¿Por qué?"... Dos actores de cine fueron a comer en "Los Gozos del Profeta Jeremías", conocido restorán de la Zona Rosa en la Ciudad de México. Entraron dos mujeres, y le dice uno de los artistas al otro: "Mira: ahí vienen mi esposa y mi amante". "¡Qué coincidencia! -exclama el otro-. ¡Las mías también!"... A veces advierto en mí actitudes de revolucionario, y otras noto en mi pensamiento tendencias reaccionarias. No sé cuál de esos dos talantes tan opuestos me preocupa más. A mi edad ser revolucionario es ir contra la naturaleza, y la etiqueta de reaccionario le añade por lo menos 10 años de edad a quien la lleva. Ayer, sin ir más lejos, tuve un amago de reacción. Sucede que el Presidente Calderón abogó por la reelección de diputados y senadores, y pidió reducir el número de parlamentarios. Eso le valió una ovación de pie por parte de ciudadanos de distintas corrientes de pensamiento. En tiempos del PRI el mandatario en turno habría recibido también el mismo aplauso, pues en esa época todo lo que decía el Presidente era aplaudido con fervor. Pero, a diferencia de los tiempos de hoy, la voluntad presidencial se habría cumplido al día siguiente, y su deseo ya sería ley. Ahora, en cambio, los senadores y diputados, y los partidos a quienes obedecen, serán los primeros en poner trabas a ese reclamo general del cual se hizo voz el Presidente. ¡Qué tiempos aquéllos cuando, por no haber democracia, la democracia se podía alentar! En esa época dominada por el PRI nacieron instituciones y leyes que promovieron el ejercicio democrático e hicieron posible que la oposición ganara la máxima magistratura. Hoy, en cambio, disminuido y acotado el presidencialismo, una iniciativa presidencial así, con todo lo valiosa y plausible que sea, difícilmente puede prosperar. Va contra el interés de los partidos, y éstos son dueños y monopolizadores de nuestra vida pública. Me extendería más en estas hondas reflexiones, pero el enojo me ha alterado los cuatro humores corporales: sangre, pituita, bilis y atrabilis, y esa alteración me priva de la sindéresis que necesito para orientar correctamente a la República. Mejor daré salida a un par de chascarrillos finales, y pasaré luego a retirarme... Un joven soldado fue enviado a cierta base en una isla de los Mares del Sur. Era recién casado, y le envió un angustioso mensaje a su flamante esposa: "Cómprame un acordeón y mándamelo. Voy a tomar clases para aprender a tocar ese instrumento. Así ocuparé mi tiempo, y no caeré en la tentación en que caen todos mis compañeros, de andar con las hermosas nativas de la isla". Pasaron ocho meses, y el muchacho recibió un permiso para ir a su casa. Tan pronto llegó le dijo a su mujercita: "¡Vamos a la recámara, mi vida! ¡Ardo en deseos de disfrutar tu amor!". "Vamos -responde ella-. Pero primero tócame alguna pieza en tu acordeón"... Viene ahora un cuento de color más que subido. Las personas que no gusten de leer cuentos de color más que subido pídanle a alguien que se los lea... Cuando el señor llegó a su casa por la noche le dijo su hijito más pequeño: "Necesitas amarrar a mi mamá". "¿Amarrar a tu mamá? -se asombra el padre-. ¿Por qué?". Responde el chiquillo: "Porque se quiere ir de la casa". El señor se asombra más aún. Le pregunta: "¿Por qué piensas que tu mamá quiere irse de la casa?". Contesta el niño: "Porque hoy en la mañana, después de que te fuiste, gritaba en su recámara: '¡Me voy! ¡Me voy!'. Y si el lechero no hubiera estado arriba de ella seguramente se habría ido"... (No le entendí)... FIN.