Una pareja se iba a casar. El pastor que oficiaría la ceremonia le preguntó al novio si quería el servicio tradicional o el moderno. El muchacho escogió el moderno. El día de la boda llovió copiosamente, y la calle donde estaba el templo se encharcó. Para no mojarse el pantalón del esmoquin el novio se remangó las perneras. Olvidó volverlas a su lugar, y con ellas levantadas llegó con su novia ante el pastor. Anuncia éste: "Vamos a empezar la ceremonia". Luego, dirigiéndose al muchacho, le pidió: "Bájese el pantalón". El muchacho vacila. "Reverendo -dice con inquietud-, creo que mejor prefiero el servicio tradicional"... El encargado de la mesa de dados en un casino de Las Vegas se aburría esa tarde por falta de jugadores. En eso llegó una rubia estupendísima y le dijo: "Quiero jugar 5 mil dólares en una sola tirada de los dados. ¿Es posible eso?". "Claro que sí -responde el hombre-. Tome usted los dados". "Un momento -lo detiene la rubia-. Tengo una superstición. Cuando juego sin blusa y sin brasiér, con los senos descubiertos, gano siempre. ¿Puedo quitarme esas prendas?". El de la mesa dudó. "No sé -dijo-. Permítame llamar a mi supervisor". Regresó poco después con el supervisor, y éste autorizó que la mujer jugara con el tetamen a la vista. La bella rubia, entonces, procedió a desnudarse de la cintura arriba, con lo que dejó expuestos sus ebúrneos, turgentes y enhiestos atributos. Tiró los dados la mujer, y gritó entusiasmada: "¡Gané! ¡Gané!". Así diciendo tomó las fichas y su ropa, y se dirigió a la ventanilla de cobrar. Desconcertado, le pregunta el supervisor al de la mesa: "¿Qué tiro hizo la rubia?". "No lo sé -responde el otro igualmente aturrullado-. Yo creí que tú estabas viendo los dados"... Después de la tempestad viene ¿la calma? En este caso no. Después de la tempestad vendrán las impugnaciones. Lo deseable sería que luego de los comicios llevados a cabo legalmente los perdedores reconocieran que en esto de la democracia se puede ganar o perder, y aceptaran su derrota con honestidad. Algunos, por desgracia, no lo harán, y tratarán de ganar en la mesa lo que no pudieron ganar en las urnas. Si lo hacen sin fundamento, por obedecer la consigna de su partido, o por despecho o mero afán de poder, perderán imagen y prestigio, y causarán trastornos indebidos a su comunidad. Por su parte los ganadores no deben caer en culpa de soberbia. Lo digo porque si es difícil saber perder, es más difícil aún saber ganar. Sucede muchas veces que el ganador de la elección de alcalde en el municipio de Hediondilla de Abajo se siente superior a cualquiera, incluso a Obama. (Cuando el asesinato de John F. Kennedy, la mamá del presidente municipal de un pequeño pueblo de Coahuila llamó por teléfono a su hijo, y llena de angustia le pidió con suplicante acento: "¡Cuídate, hijito! ¡Están matando presidentes!"). Después de estas campañas llenas de sonido y furia; tras de que se vieron obligados a soportar semanas y semanas de estrepitosa propaganda, los ciudadanos quedaron hartos de política. Descansen ya los políticos, pues, y dejen descansar... Moisés bajó del Sinaí con los diez mandamientos. Después de una consulta con el pueblo subió otra vez a la montaña. Le preguntó el Señor: "¿Qué pasa?". Respondió Moisés: "Dicen que si quieres les pongas otros 90 mandamientos, pero que quites esos dos de "No desearás la mujer de tu prójimo" y "No cometerás adulterio"... Himenia Camafría y Solicia Sinpitier, maduras señoritas solteras, iban por la playa. Un hombre que paseaba por ahí sin ropa las vio venir, y rápidamente se cubrió con el sombrero las pudendas partes. Al pasar frente a él le dice Himenia con enojo: "Señor mío: no es usted un caballero?". "¿Por qué?" -pregunta confuso el individuo. Responde la señorita Himenia: "No se quitó el sombrero"... FIN.