Doña Facilisa, mujer a quien el matrimonio jamás retiró de la circulación, le dijo en el confesionario al padre Arsilio: "Acúsome, padre, de haber engañado a mi marido". Pregunta el buen sacerdote: "¿Cuántas veces?". "Padre -contesta doña Facilisa en tono de reproche-. Pensé que iba usted a confesarme, no a encuestarme"... Babalucas era dependiente de una tlapalería. Linda palabra es ésa, "tlapalería", y mexicana, claro. Viene del náhuatl "tlapalli", que significa color para pintar. En efecto, en las tlapalerías se venden especialmente pinturas y fierros. Don Antonio García Cubas cita en una de las sabrosas páginas de "El libro de mis recuerdos" a cierto amigo suyo que decía que la comida "yankee" le sabía a tlapalería. Pero me estoy apartando de mi cuento. Le pidió un comprador a Babalucas: "Véndame un litro de aceite de linaza concentrado". "Me va usted a perdonar -responde el tonto roque-, pero ahorita estoy muy ocupado y no dispongo de tiempo para concentrarme"... Simpliciano le propuso matrimonio a Pirulina. Díjole: "Quiero en mi vida a alguien que me ame sin condiciones, que me reciba siempre con alegría cuando llego a casa, y que me obedezca en todo". Le sugiere ella: "¿Por qué mejor no te compras un perro?"... Jock McCock, escocés y pelirrojo, era padre ya de 14 hijos. La gente le decía "El Gran Cañón del Colorado". Su esposa dio a luz al hijo número 15. Jock le llevó un ramo de flores a la maternidad. Al entregárselo se inclinó amorosamente sobre ella y le dio un beso en la frente. Dice la señora, medio dormida aún por la anestesia: "¿Ya vas a empezar otra vez, Jock?"... La muchacha soltera le pregunta al ginecólogo del pueblo, el único que había en el lugar: "Dígame la verdad, doctor. ¿Cuánto tiempo me queda antes de tener que irme del pueblo?"... El juez le dice al acusado: "¿De modo que defraudó usted 500 millones de dólares al banco?". "¡Compadézcase de mí, su señoría! -suplica, gemebundo, el individuo-. ¡Tenía hambre!"... El papá de Pepito le pregunta con severidad: "¿Conoces la diferencia entre el bien y el mal?". "Claro que la conozco" -responde el muchachillo. Prosigue el genitor: "Y sin embargo siempre escoges el mal". Replica Pepito: "Eso te probará que no le atino de chiripa"... Astatrasio Garrajarra llegó a su casa en horas de madrugada, después de haberse corrido una parranda de órdago con sus contlapaches. He aquí otra expresiva palabra mexicana: "contlapache". Quiere decir compinche, encubridor, y viene de "tloapachoa", voz que describe la acción de la gallina cuando cubre los huevos para empollarlos. Pero otra vez me estoy alejando del relato. Llegó a su casa Garrajarra en estado incróspido, como solía decirse de la ebriedad completa. Antes de que su furibunda esposa pudiera dar voz a su justificado enojo le dice el temulento: "¡Viejita! ¡Ojalá no hayas pagado el rescate! ¡Me les escapé!"... Ovonio Grandbolier, el hombre más haragán de la comarca, le comunica muy preocupado al médico: "Padezco insomnio, doctor. Me despierto cada dos o tres días"... Le dice el agente de viajes a su cliente: "Puedo conseguirle tres días y dos noches en París por 30 dólares". "¿Por qué tan barato?" -se asombra el tipo. Responde el agente: "Los días son el 3, el 7 y el 22 de agosto, y las noches el 4 y el 19 de septiembre"... El cuentecillo final de esta columnejilla es medio coloradillo... Después de un exhaustivo examen le informa con voz grave el médico al maduro señor: "Debo decirle, don Ultimio, que en cualquier momento puede usted irse". "¡Fantástico, doctor! -exclama jubiloso el carcamal-. ¡Hace muchos años que no me voy!". (No le entendí)... FIN.