Una zorra -cuenta la antigua fábula- entró a robar gallinas en la aldea. La sorprendió la luz del día, y se hizo la muerta en una calle para salvar la vida. Pasó un anciano y dijo: “He oído que los bigotes de la zorra son buenos para curar las reumas”. Y le cortó los bigotes. El animal no se movió. Pasó una mujer y dijo: “¡Qué blancos y brillantes tiene los colmillos! Se los voy a arrancar para hacerme con ellos un lindo brazalete”. Le arrancó, pues, los colmillos. A pesar del dolor la zorra siguió fingiéndose muerta, pues en no moverse le iba la vida. A poco pasó un muchacho y dijo: “¡Qué hermosa cola tiene este animal! Se la voy a cortar para adornar con ella mi gorro de cazador”. Le cortó, en efecto, la cola. Tampoco entonces se movió la zorra, porque si se movía la matarían a palos. En seguida pasó un hombre y dijo: “Voy a cortarle la cabeza a esta zorra para ponerla en mi gallinero, y que las otras zorras se asusten al verla, y no se acerquen ya”. Sacó el cuchillo para cortarle la cabeza. Pero en eso saltó la zorra y escapó corriendo. Mientras huía pensaba: “Dejé que me quitaran los bigotes, los colmillos y la cola porque sin ellos podía seguir viviendo. Pero sin cabeza no habría podido ya vivir”... Este clásico relato tiene una moraleja: a veces debemos sacrificar lo accesorio para salvar lo principal. El sistema político mexicano puede entrar en crisis si los partidos no se deciden a sacrificar una parte de las enormes prebendas que a sí mismos se otorgaron por medio de una viciada y viciosa legislación electoral hecha a la medida de su interés. Aunque se pretenda negar el impacto de los votos anulados por los ciudadanos, lo cierto es que el rechazo que así se manifestó crecerá más. Cobrará mayor fuerza la protesta de los ciudadanos por el alto costo que esos partidos, y la enorme burocracia electoral que los rodea, tienen para la Nación. La reducción del número de diputados, grotescamente grande y oneroso, es ya un reclamo general. No debe haber otros diputados que aquéllos que en una elección ganen la mayoría de votos. Quienes tengan una curul han de ser auténticos representantes de sus electores, y no lo que ahora son: peones de los partidos, obedientes a la consigna de sus rabadanes. El Senado, tan desvirtuado ahora, debe volver a ser lo que antes fue: representación de los estados que forman la Federación, y no oficina de colocaciones. Deben sacarse de la ley los amañados manipuleos y combinaciones que permiten la subsistencia de “partidos” que son en verdad negocios de familia, o personales, inmoral fuente de lucro para burdos mercaderes de la política. Si no perfeccionamos nuestra democracia este país podría caer en manos del caudillismo autoritario. En un régimen así las organizaciones políticas pierden su razón de ser. Si tienen instinto de conservación, los partidos mexicanos deben hacer lo que la zorra de la fábula: sacrificar algo para poder seguir viviendo... Cierto individuo quiso hacer un crucero con una amiguita que tenía. El agente de viajes sólo le pudo conseguir un crucero de tres días. El tipo fue a una farmacia y compró tres condones y tres pastillas para el mareo. Al día siguiente el agente le dijo que ya le había conseguido un crucero de seis días. El sujeto fue a la misma farmacia y compró otros tres condones y otras tres pastillas para el mareo. Pero luego el de la agencia de viajes le dijo que le tenía un crucero que duraba nueve días. El hombre fue de nueva cuenta a la farmacia y compró otros tres condones, y otras tres pastillas para el mareo. Entonces el farmacéutico ya no se pudo contener. “Perdone la indiscreción -le dice al individuo-, pero si follar lo marea tanto ¿por qué lo sigue haciendo?”... FIN.