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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Pompilia Granderriére, secretaria de oficina, era dueña de un trasero mayestático. Y bien que se daba cuenta de que lo tenía -toda mujer conoce su armamento-, pues meneaba provocativamente el tafanario al caminar entre sus compañeros. Buscaba la coqueta el menor motivo para levantarse de su escritorio e ir y venir por los pasillos agitando su redondeada grupa en modo tal que levantaba los rijos del personal masculino de la empresa. Un día el jefe de la compañía la llamó a su privado. Cerró la puerta, y sin más le preguntó: "Perdone usted, señorita Granderriére: ¿vende usted las éstas?". Respondió ella, indignada: "¡Por supuesto que no!". Le dice el jefe: "Si no las vende, entonces no las anuncie tanto"... Dos soldados estaban platicando en una tregua del combate. Le pregunta uno al otro: "¿Por qué entraste en la guerra?". Responde el otro: "Soy soltero, no tengo esposa, y me hacía falta un poco de acción. Y tú ¿por qué estás en la guerra?". Contesta el primero: "Soy casado, tengo esposa, y me hacía falta un poco de paz"... Decía una señora: "Mi marido padece lagunas mentales. A veces estamos haciendo el amor, y cree que me está engañando conmigo"... El próximo viernes saldrá aquí "El Chiste más Colorado del Segundo Semestre del Año". Desaconsejo la lectura de esa tremebunda majadería. La conoció doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y cayó al suelo víctima de un accidente súbito de lipotimia con aparición de escamas furfuráceas. Su médico de cabecera hubo de prescribirle aplicaciones de bálsamo de Tolú, y un tratamiento a base de baños de Pennes, que no es lo que al principio doña Tebaida imaginó, sino inmersiones en un baño compuesto de 32 gramos de sales minerales por cada 100 litros de agua, a la que se añaden aceites esenciales de romero o tomillo, con una pizca de polvo de mostaza. Sea como fuere, si el tiempo no lo impide, y previo permiso de la Autoridad, el viernes próximo aparecerá aquel despampanante chascarrillo, cuya lectura haría enrojecer a un prelado de esos que anulan matrimonios de 30 años, y con hijos. Espérenlo mis cuatro lectores (al chascarrillo, digo, no al prelado). Y no necesito hacer hoy más comentarios, pues con esa sola frase dije lo que tenía que decir, y aun así me quedo muy encaboronado... En la fiesta un invitado le hizo notar a Babalucas: "Te pusiste los zapatos al revés". "No importa -replica el badulaque-. Ahorita cruzo las piernas"... Estaba en su apogeo la enfermedad llamada "de las vacas locas", que hacía muy peligroso el consumo de carne de res. Capronio, soez individuo, y desconsiderado, fue a cenar en un restorán con su esposa y su suegra. Mal educado como era, se adelantó a las señoras y le pidió al mesero: "Quiero un sirloin jugoso, término medio rojo, casi crudo". "Pero, señor -se inquieta el camarero-. ¿Y las vacas locas?". Responde el vil sujeto: "Ellas le pedirán en seguida"... Don Fildardo era somnílocuo. Eso quiere decir que hablaba en sueños. Una noche, dormido, empezó a decir una y otra vez: "¡Gwendolyn! ¡Gwendolyn!". Su esposa doña Carona, mujer de pocas pulgas, lo despertó, furiosa. "¿Quién es esa tal Gwendolyn?" -le reclamó bufando. "¿Gwendolyn? -se aturrulló todo don Fildardo-. Er... er... Es una yegua a la que suelo apostarle en las carreras". Doña Carona no quedó del todo satisfecha, pero carecía de elementos probatorios para negar la aserción de su marido. Pasaron varios días. Una noche regresó del trabajo don Fildardo, y se encontró con la ingrata novedad de que su mujer le había sacado sus cosas a la calle. "¿Qué es esto, Caronita?" -le preguntó asombrado. Iracunda responde la señora: "¡Te llamó por teléfono tu yegua!"... FIN.

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