Estoy muy sorprendido. Estoy lelo, pasmado y aturdido. No acierto ni siquiera a proferir alguna de las castizas expresiones que servían para expresar asombro: "¡Cáspita!"; "¡Córcholis!", "Repámpanos!", "¡Diantre!", "¡Válgame Dios!" o "¡Caracoles!". ¿Qué es lo que me tiene así, atónito y estupefacto? Ahora lo diré. Los mexicanos somos diestros en encontrar culpables. Con motivo de lo de la guardería de Hermosillo, por ejemplo, ya tenemos media docena de culpables en la cárcel, y andamos tras la pista de otra docena y media. Desde luego debo decir que nosotros mismos jamás somos culpables. Desde pequeños aprendemos a evadir toda responsabilidad: "Yo no fui, fue Teté; pégale, pégale, que ella fue". El inspector de escuelas le preguntó a Pepito: "¿Quién escribió el Quijote?". Fiel a la idiosincrasia mexicana respondió Pepito: "Yo no fui". Escandalizado, el inspector llamó al maestro: "Le pregunté a este niño quién escribió el Quijote, y me dijo que él no lo había escrito". Muy serio declara el profesor: "Mire: Pepito tendrá todos los defectos que usted quiera, pero no es un mentiroso. Si dice que no escribió el Quijote, tenga la seguridad de que él no lo escribió". El inspector entonces va con el director del plantel. "¡Oiga! -se queja con enojo-. Le pregunté a un niño de su escuela quién escribió el Quijote, y me contestó que él no había sido. Hablé con el profesor del grupo, y me dijo que si el niño negaba haber escrito eso, había que creerle. ¿Qué piensa usted de esto?". Responde el director: "No se mortifique usted, señor inspector. Mañana mismo formaré una comisión para que investigue quién escribió eso, y tan pronto encontremos al culpable se lo turnaré". (No dudo que un par de días después haya comparecido el director en la oficina del funcionario para entregarle a un lloroso muchachillo que confesaba entre lágrimas haber escrito el Quijote, pero que ya no lo volvería a hacer). Ahora los mexicanos estamos muy enojados con Canadá porque nos pide visa para ingresar a su territorio. Culpamos a los canadienses de este que nos parece abuso -no lo es-, e inventamos conspiraciones para explicar el caso: seguramente los gringos les pidieron a sus vecinos del norte que nos pusieran trabas, a fin de ayudarles a ellos a proteger su otra frontera. La verdad, sin embargo, es que nosotros mismos tenemos la culpa de que ahora el Canadá nos imponga el requisito de la visa. Muchos mexicanos abusaron de la generosa política migratoria de los canadienses, y mintieron para obtener la residencia allá. Incluso algunos no dudaron en renunciar momentáneamente a su condición de machos mexicanos, y declararon falsamente ser homosexuales, y dijeron que por su preferencia sexual sufrían discriminación en este país subdesarrollado, con tal de recibir asilo en Canadá. Por culpa de esos inmorales, y de otros que alegaron mentirosamente ser perseguidos políticos, los canadienses imponen ahora la visa como condición de ingreso a su país. Están en su derecho, de sobra está decirlo, pero además tienen razón. En muy pocas ocasiones la pobreza es causa de santificación; generalmente hace olvidar leyes y principios. Ahora pagan justos por pecadores. Perdónenme los nacionalistas y los patrioteros: Canadá hizo lo que tenía que hacer... El que no hace lo que debe hacer eres tú, inane columnista. En vez de sermonear tan largamente cuenta alguna historieta chocarrera que nos alivie la pesadumbre de tu peroración... El juez le dice al acusado de una infracción menor: "Pagará usted 500 pesos de multa. Y que no le vuelva yo a ver la cara". Responde el tipo: "Eso último no se lo puedo prometer, Su Señoría". "¿Por qué no?" -se atufa el juzgador. Contesta el individuo: "Porque soy el cantinero de la casa de mala nota a la que va usted todos los viernes"... FIN.