Estaban conversando tres amigos. Se jactó uno: "Anoche le hice el amor a mi mujer dos veces. Por la mañana me dijo: '¡Eres un tigre!'". Se ufanó el segundo: "Yo a mi esposa le hice el amor tres veces. Por la mañana me dijo: '¡Eres un toro!'". El tercero no decía nada. "Y tú -le preguntan los otros- ¿cuántas veces le hiciste el amor a tu mujer?". "Una vez" -responde el otro. "¡Sólo una vez! -se burlan sus amigos-. Y ¿qué te dijo en la mañana?". Responde con modestia el tipo: "Me dijo: '¡Síguele, papacito!'"... (NOTA: Era de carrera larga, como Emil Zatopek, Abebe Bikila y Mamo Wold, ganadores los tres de sendos maratones. El sujeto del cuento comenzó su performance al terminar la telenovela de la tarde, y cuando empezó el noticiario de la mañana él todavía duraba en el empeño. Esa hazaña -sin contar a los hombres de Saltillo- solamente los indios navajos la consuman. Dejan a las navajas bien afiladas, pobrecitas)... La nueva criadita de la casa vio una estatuilla africana sobre la chimenea. Le preguntó a su patrona: "¿Qué es eso?". Responde ella: "Es un símbolo fálico". Y dice la muchacha: "-Con todo respeto, señora, a mí me parece otra cosa"... Con cada "reforma política" que se hace, los partidos obtienen mayores prerrogativas, y ganan más prebendas de todo orden (y de todo desorden también). Los dirigentes políticos han formado una especie de casta que día con día se va alejando más de la gente común, y que sobre ella pesa gravemente. El malestar de los ciudadanos crece. Tuvo una primera manifestación en los votos anulados conscientemente por los electores, y mal harían los partidos en desdeñar esa muestra de inconformidad, que irá aumentando con el tiempo. La experiencia democrática nos está saliendo muy cara, por la deficiente legislación electoral que padecemos, hecha conforme al interés de los partidos y de espaldas al bien comunitario... Tiempos son éstos de gran crisis. Una muchacha de vida no difícil ofreció en una esquina sus servicios a cierto senescente caballero. "¿Cuánto cobras?" -le preguntó el señor, que no era dado a circunloquios, perífrasis o logomaquias. "2 mil pesos" -respondió ella. "Te doy 50" -ofreció el señor en forma expeditiva. "Está bien -aceptó la muchacha-. Total, peso más, peso menos..."... La disgustada chica iba por la calle cargando un gato de todos los colores: negro, gris, amarillo, pardo, café, blanco... "¿Qué haces con ese gato?" -le preguntó una amiga. Responde ella enojada: "Afrodisio me preguntó qué quería yo a cambio de darle aquellito, si uno de colores o uno blanco y negro. ¡Y yo pensé que hablaba de un televisor!"... Libidiano, galán concupiscente, invitó a Rosibel a salir. Le dijo que irían al cine y luego a cenar. "Vamos -aceptó ella-, pero con una condición: cada quien se hará cargo de lo suyo". Fueron al cine, y Rosibel pagó su boleto. Fueron a cenar, y Rosibel pagó su cena. De regreso en el coche Libidiano puso su mano en la rodilla de la chica. Rosibel se la quitó de ahí y la puso en la entrepierna del galán. "Quedamos -le dice- en que cada quien se haría cargo de lo suyo"... (No le entendí)... FIN.