Doña Diposa, dama de abundantes carnes, le contó muy afligida a una amiga: "Me puse un vestido amarillo, y un hombre me silbó". "¿Y por qué te afliges? -le dice ella-. Un silbido es un piropo, un halago". "No -gime doña Diposa-. Me silbó porque pensó que yo era un taxi"... El rancherito y la rancherita fueron a la Ciudad de México, pues ella había ofrecido cumplirle una manda a la Virgencita de Guadalupe. Tan pronto bajaron del autobús y echaron a caminar en dirección a la basílica, la rancherita se dio cuenta de que toda la gente se le quedaba viendo, y que quienes la veían decían algo por lo bajo, y se reían. Por fin, después de caminar tres horas, llegaron al venerado santuario. "Oiga, Bucolio -le pregunta muy intrigada la rancherita al rancherito-. ¿Por qué toda la gente se me queda viendo, y luego se ríe?''. "¿Cómo que por qué, Frumencia? -le responde él-. Pos es que trai usté las naguas cogidas con los calzones, y se le ve todo por atrás''. "¡Qué barbaridad! -exclama la rancherita cubriéndose apresuradamente el nalgatorio-. ¿Y cómo no me lo había dicho antes, Bucolio?''. "Pos mire -se justifica el rancherito-. La verdá, yo créiba que ésa era la manda''... La Villa de Arteaga, llamada antes Palomas, es una bella población cercana a mi ciudad, Saltillo. Ahí tengo raíces: mis cuatro abuelos, paternos y maternos, nacieron en ese pueblo montañés. Si fueras a Arteaga te enamorarías del lugar. Por su calle principal corre una acequia de aguas claras bajo la sombra de álamos y sabinos procerosos. Hay antiguas casonas señoriales, y huertas donde crecen nogales y manzanos. En el pequeño templo del lugar la gente le reza a San Isidro Labrador para que llueva o para que no llueva. Y es que la gente de Arteaga vive de la tierra -de ella vivimos todos-, y tiene la nobleza de aquéllos que con sus manos ganan el pan de cada día. Ahora Arteaga está hecho un pueblo mágico. Sus calles empedradas, sus antiguos jardines remozados, las fachadas de sus casas recién pintadas, dan nuevo orgullo a sus vecinos. Todo eso es fruto de un programa puesto en práctica por la administración del Gobernador Moreira, programa que tiende a preservar y enriquecer la belleza y estilo de los lugares coahuilenses. Pueblos hermosos, llenos de tradición e historia, hay en todos los rumbos mexicanos. No debemos dejar que sean dañados por la incuria o la ignorancia. Cuidarlos es cuidar nuestra raíz. Por eso agradezco lo que en Arteaga se hizo. A nombre de mis abuelos lo agradezco, y mío propio. Yo soy ellos, de igual manera que el agua de la acequia que estoy viendo pasar es la misma agua que ellos vieron... El tipo llegó con un ojo morado a la oficina. "¿Qué te pasó?" -le preguntaron sus compañeros. "Estuve anoche en un baile de disfraces -cuenta el tipo-. Saqué a una muchacha que iba disfrazada de la República Mexicana, con un vestido en forma de mapa. Ella me preguntó que de dónde era, y nomás porque le señalé con el dedo de dónde soy me dio este golpe". "Pues ¿de dónde eres?" -le preguntan al tipo-. Responde él: "De Guanajuato". ¡Qué bárbaro! ¡Guanajuato está exactamente en el centro geográfico del País! Por eso te fue como te fue. Y permíteme decirte que peor te habría ido si hubieses sido de la hermosa capital de Sinaloa... En la fiesta un muchacho le ofreció un cigarrillo a una chica. "No fumo -rechazó la hermosa joven-. Fumar es contrario a mi religión". Poco después el muchacho le ofreció una copa. "No bebo -declinó el obsequio ella-. Beber es contrario a mi religión". La invitó a bailar el muchacho. "No bailo -respondió la chica-. Bailar es contrario a mi religión". La noche era preciosa; había luna llena. La hermosa joven condujo al muchacho a un apartado rincón del jardín; lo hizo tenderse sobre el césped atrás de unos arbustos, y luego procedió a hacerle el amor apasionadamente, en forma tal que dejó al asombrado galán exhausto y satisfecho. Al terminar el trance le dice la muchacha: "¿Ya ves todo lo que te puedes divertir sin necesidad de fumar, beber o bailar?"... FIN.
