El marido llegó a su casa a media mañana, y sorprendió a su mujer en el lecho conyugal con un sujeto. En paroxismo de ira el coronado esposo le gritó al ilícito amador: “¡Es usted un bellaco! ¡Un canalla! ¡Un infame! ¡Un malandrín! ¡Un perillán! ¡Un zote!”. (Nótese el cuidadoso uso que el agraviado esposo, a pesar de su justificada cólera, hacía del orden alfabético). “Y usted, señor mío -respondió con mucha dignidad el tipo-, es un irresponsable. Se supone que a esta hora debía estar en la oficina”... Doña Panoplia, dama de sociedad, le contó a una amiga: “Estábamos en la merienda del Campestre, y esa mujer llegó con un vestido tan escotado que todas nos quedamos con la boca cerrada”... Hace unos días escuché a un señor preguntarle a otro: “Ahora que tenemos vacaciones ¿vas a salir a alguna parte?”. Respondió el otro con ironía amarga: “No tengo para quedarme, menos voy a tener para salir”. La crisis arrecia, ninguna duda cabe, y todo indica que arreciará aún más. Demos al Cielo gracias por el día de hoy, con todo lo malo que sea, pues el de mañana podrá ser aún más difícil. Al decir esto no pretendo fungir como profeta de desastres, arúspice de adversidades, agorero de catástrofes o vaticinador de males. Aspiro solamente a orientar a la República para llevarla por el camino de la sobriedad. La economía de un país se rige en buena parte por los mismos principios que se aplican a las finanzas de un hogar. Ninguna casa puede ir bien si en tratándose de dinero sale de ella más que el que entra. A la generosa Ciudad de Monterrey le dio riqueza un lema de sólo tres palabras: “Trabajo y ahorro”. Practicado lo mismo por sus magnates que por sus obreros, ese lema llevó a la capital nuevoleonesa a la prosperidad que la hizo ser llamada alguna vez “La Sultana del Norte”. Si esa misma divisa la aplicamos en nuestro hogar, si también la ponemos en práctica en nuestra nación, capearemos el temporal que ahora nos sacude, y podremos esperar tiempos mejores, que seguramente llegarán. “Trabajo y ahorro”. La fórmula no falla. Ni siquiera necesitamos echar mano de la famosa frase que Séneca acuñó: “Si ad Naturam vives numquam eris pauper; si ad opiniones, numquam eris dives”. Eso quiere decir: “Si vives conforme a la naturaleza, nunca serás pobre; si vives conforme a la opinión de los demás, nunca serás rico”... El tema de la clase era: “A qué se dedica mi mamá”. Los niños respondían uno a uno: la mamá de Juanito era secretaria; la de Rosilita era maestra; la de Pedrito era ama de casa. “Y tu mamá, Pepito -pregunta la maestra- ¿qué hace?”. Responde el niño. “Es sustituta”. “¿Sustituta? -repite la mentora-. No entiendo. Explícame qué es lo que hace tu mamá”. Empieza a describir Pepito: “Cuando llega la noche se pinta mucho; se pone una falda muy ajustada, zapatos de tacón dorado y medias de malla. Toma su bolsa de chaquira y se va mascando chicle a una casa que tiene en la puerta un foco rojo. Ahí baila con señores”. La profesora se inquieta. Lleva aparte al chiquillo y le pregunta: “Dime, Pepito: tu mamá ¿es prostituta?”. “¡Claro que no, maestra! -se exalta Pepito-. ¿Cómo puede usted pensar tal cosa? La prostituta es mi tía. Mi mamá nada más es sustituta. La sustituye cuando ella no puede ir”... El buen padre Arsilio hablaba con un argentino. “Recuerda, hijo mío -le dice-, que debes amar a tu prójimo como a ti mismo”. Exclama el porteño con asombro: “¿Tanto?”... El soldado fue con el médico del batallón. “Tengo problemas para dormir, doctor -le dijo-. Si me acuesto sobre el costado derecho, tengo problemas con el hígado. Si me acuesto sobre el costado izquierdo, el problema es el riñón. Si me acuesto boca arriba, el problema es el estómago...”. Sugiere el facultativo: “¿Y si se acuesta bocabajo?”. Responde el individuo: “Si me acuesto bocabajo el problema es con mis compañeros de barraca”. (No le entendí)... FIN.