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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Ultimiano estaba en agonía. Alrededor de su lecho se habían congregado su esposa y sus seis hijas. Todas las niñas eran morenas y tenían los ojos negros; sólo la menor, Candinita, era rubia y de ojos azules. Con el último aliento de la vida le pregunta el señor a su mujer: "Ahora que estoy a las puertas de la muerte, dime la verdad: Candina ¿es hija mía? Te pido que seas sincera: no se engaña a un hombre que está en los umbrales de la eternidad". "Ultimiano -responde con solemne tono la señora-: te juro por Dios, por la memoria de mis padres y por la vida de mis hijas, que Candina es hija tuya". "Entonces muero en paz" -dice el agonizante. Y así diciendo entregó el alma a Aquél que se la dio. "¡Uf! -suspira con alivio la señora-. ¡Menos mal que no me preguntó si las otras cinco eran hijas suyas!"... Leamos esta declaración: "... La gran pregunta que nunca ha sido contestada, y a la cual no he podido responder pese a mis 30 años de investigar el alma femenina, es ésta: ¿qué quiere una mujer?...". La frase es de Sigmund Freud. Aparece en el libro que sobre él escribió su biógrafo Ernest Jones: Sigmund Freud: Life and Work, 1955. Pienso que a esa pregunta - "¿qué quiere una mujer?"- habría que añadir una más: ¿cuál mujer? Porque sucede que no hay una que sea igual a otra -lo mismo pasa con los hombres-; cada cual es un universo diferente. De mí yo sé decir que he vivido en constante adoración ante el misterio femenino. Podría suscribir las palabras -que cito de memoria- del bardo de Jerez: "En mi vida febril no hubo cosa / de cristal, terracota o madera, / que abrazada por mí no tuviera / movimientos humanos de esposa". Ese misterio, el de la mujer, es insondable. Ante él hemos estado siempre los pobrecitos hombres en actitud de arrobo; quiero decir pasmados, lelos, turulatos, patidifusos y asombrados. El azoro de Adán ante el enigma de Eva; la esencial ineptitud masculina para dilucidar los infinitos laberintos de la mente y el alma mujeriles, se expresan en la traviesa proposición que anuncié ayer y que pongo hoy: "Las 10 cosas que los hombres saben acerca de las mujeres". Busquen mis cuatro lectores esa útil información al final de esta columnejilla... No sé por qué cuando hablo de partidos políticos, o de políticos, sigo obstinado en escribir "de izquierda", o "de derecha". (Será tal vez esa nostalgia que dejan en el alma las cosas que se van). Muertas, requetemuertas están las ideologías en México. Ya nadie es de izquierda o de derecha; quienes hacen política son en su totalidad de centro, a condición de que llamemos "centro" a ese poderoso imán que atrae a todos por igual: la nómina, el erario, el presupuesto. Desaparecieron aquellos recios panistas apostólicos, si bien todavía hay quienes van por ahí cargando yunques o arrastrando memorias sinarquistas. La izquierda está desdibujada y rota; a duras penas el naufragio del PRD arroja de vez en cuando a alguna playa un resto de los viejos partidos que soñaban el imposible sueño comunista. El PRI tampoco es ya "revolucionario" -en verdad nunca lo fue-, y tiene olvidada (afortunadamente) su raíz nacionalista. De la demás morralla política ni hablar, que da vergüenza. Ningún político, pues, se diga de izquierda o de derecha. Nadie tilde al PAN de derechista, pues ya le queda grande la etiqueta, y menos aún diga que el PRD es de izquierda, porque oirá una risotada. De centro son todos los políticos, y de centro también todos los partidos. (A condición, vuelvo a decirlo, de que llamemos "centro" al presupuesto)... Y ahora, he aquí "Las 10 cosas que los hombres saben acerca de las mujeres": 1-. ..... 2-. ..... 3-. ..... 4-. ..... 5-. ..... 6-. ..... 7-. ..... 8-. ..... 9-. ..... 10-. Tienen bubis... FIN.

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