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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Ayer sucedió algo asombroso en mi ciudad, Saltillo. De pronto, venida nadie supo de dónde, cayó del cielo una pelota de beisbol. De tan alto venía que al caer hizo un profundo hoyo en el suelo, como si en vez de ser pelota hubiese sido meteorito. Acudió gente a ver el raro proyectil, y los conocedores dijeron que no se trataba de una pelota de las que se usan hoy: era una Spalding de los años cuarenta del pasado siglo. El extraño suceso habría quedado sin explicación de no haber sido por esta maldita memoria mía, que no me deja olvidar nada. Recordé que en julio de 1943 un fuerte bateador de los Pericos de Saltillo, "El Cartucho" Regalado, pegó un tremendo jonrón, tan largo y alto que la pelota se perdió de vista. La buscaron después por todas partes, y nadie la encontró. Pues bien: lo que sucede es que la pelota acaba de caer después de un viaje que la llevó seguramente a la estratósfera, sino es que aún más lejos. Así de formidable fue el batazo de aquel gran pelotero. A mí me gusta el beisbol; me gustan su folclor y sus consejas. Niño de cinco años, fui de la mano de mi padre al viejo Estadio "Saltillo" a aplaudir las hazañas de los Pericos, héroes máximos de mi feliz infancia. Recordar sus nombres es como evocar a Aquiles, Ulises, Héctor, y demás paladines de "La Ilíada". Rogelio "Limonar" Martínez, hombre tan guapo que -se murmuraba- tenía amores con una encumbrada señora de la más alta sociedad saltillera. "El Mocho" Juárez, extraordinario pitcher a quien acompañaba una leyenda: él mismo se había cortado con un hacha el dedo que le impedía lanzar cierta curva letal de su invención. "Chaperita" Medina, pitcher también, de cuyo brazo salía una pelota tan rápida que, juraban los aficionados, dejaba una estela de humo tras de sí. El otro día estuve en la presentación de un precioso libro escrito por Enrique Kerlegand, uno de los hombres que en México saben más del rey de los deportes. El libro se llama "El fantástico mundo del beisbol". En él recoge Enrique anécdotas y vivencias a lo largo de toda su vida de magnífico cronista. La obra fue publicada por Radio Concierto, nuestra difusora cultural, que a más de trasmitir buena música las 24 horas del día promueve obras como ésta, y lleva a cabo en su sala, diariamente, funciones gratuitas ya de cine, ya de teatro, ya con recitales de música o conferencias muy concurridas por el público. La presentación del libro de Enrique fue un éxito, y se convirtió en un gozoso diálogo con los aficionados Saraperos, que hoy asistirán al primer juego de su equipo contra los Tigres, en la serie por el gallardete nacional. Agradecemos al gobernador Moreira su apoyo para la edición de esta valiosa y amena obra de Enrique Kerlegand, que todos los buenos aficionados al beisbol querrán tener... Babalucas jamás había ido a un partido de beisbol. Su amigo lo invitó a ver uno, y le explicó las reglas básicas del juego. A un jugador le dieron base por bolas. Preguntó Babalucas: "¿Por qué va a primera base, si no le pegó a la pelota?". Le explica el otro: "Es que tiene cuatro bolas". Babalucas le grita al jugador: "¡Camina con más orgullo, hombre! ¡No cualquiera tiene eso!"... Cierta señora casada se entendía con el vecino. A éste le preocupaba que el marido los fuera a descubrir. "No te preocupes -lo tranquilizaba ella-. Es ampayer de beisbol; no ve nada"... El veterano manager acostumbraba tocarse la entrepierna para pedirle al pelotero un toque de bola. Le hizo la seña al novato, y éste bateó un jonrón. "Te felicito -le dijo el manager-, pero no obedeciste la seña. Cuando me toco ahí, eso significa 'toque de bola'". "¡Qué barbaridad! -se consterna el muchacho-. ¡Yo pensé que quería decir 'imparable'!". (No le entendí)... FIN.

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