Don Salacio era un señor maduro proclive a las concupiscencias de la carne. Cierta madrugada su esposa lo sorprendió en ropas muy menores dando ligeros golpecitos en la puerta del cuarto de la criada. "¿Qué haces, desdichado?" -le reclamó hecha una furia. "¡Baja la voz, mujer! -le pidió en un susurro don Salacio-. Estoy haciendo una prueba. Si la muchacha abre la puerta eso querrá decir que es ligera de cascos, y mañana mismo la despediremos. No podemos tolerar indecencias en esta casa"... Yo no me quedaría boquiabierto, alelado, patidifuso o turulato, ni exclamaría con sorpresa: "¡Ah!", "¡Oh!" ni "¡Uta!" si de pronto supiéramos que en el caso del célebre Juanito, visorrey de Iztapalapa, la criada le había salido respondona a López Obrador. "Dos aleznas no se pican", dice el conocidísimo refrán aludiendo a las agujas de coser zapatos. Pero sucede que el tal Juanito y López son aleznas de similar jaez, de tal manera que no se debe descartar un enfrentamiento entre ambos. Las evidencias muestran que el tal Juanito -quien suele hablar de sí en estilo mayestático, usando la tercera persona: "Juanito dice", "Juanito piensa"- le ha tomado gusto a la silla , y piensa ahora que la ganó por propios méritos, y no por el apoyo o mecenazgo de AMLO. A lo mejor cuando éste le pida que entregue su sitial, aquel vanidosillo espécimen de la política lumpenproletariat alzará la mano izquierda, y separando los dedos pulgar e índice de esa mano en un ángulo aproximado de 90 grados, pondrá en el vértice de ese ángulo el dedo índice de la mano derecha, al que imprimirá luego un movimiento de entrada y salida, al modo de émbolo o pistón, para indicar rechazo o negativa. Si ese enfrentamiento entre Juanito y López Obrador llegara a darse, entonces la cuestión se dilucidaría según la violencia que cada uno de ellos pueda ejercitar. El botín en disputa es muy valioso: con él cuenta AMLO para mantenerse vivo; con él cuenta Juanito para no estar muerto. Yo, que miro desde la barrera esta pedestre pasión de Iztapalapa, lamentaría que al dedazo de AMLO se añadiera ahora el puñetazo, que ya no sabríamos si sería petista o perredista, pero que en ese caso añadiría, al burdo y cínico manipuleo político, la elementalidad de la violencia... Pompilia Granderriére, vedette de moda, casó con Gerontino Crésez, hombre de muchos años y barriga, pero también de mucho dinero. Al día siguiente de la noche de bodas Pompilia regresó a la ciudad y presentó una demanda de divorcio. Sus amigas le preguntaron por qué. Respondió ella: "Lo miré por primera vez al natural y, la verdad, se ve muy feo sin su cartera"... Lord Feebledick llegó de la cacería de la zorra y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, singando con Wellh Ung, el mocetón encargado de la cría de faisanes. (Eso de "singando" no pertenece al vocabulario inglés, al cual -lo reconozco- debería ceñirse mi relato. En algunos países de América Latina, como Cuba y Venezuela, "singar" significa realizar el coito. La Academia registra esa acepción del verbo). Vio aquello milord y exclamó con iracundia: "By the Powers of Darkness!". Ese juramento lo aprendió en la lectura de la novela "Kim", de Rudyard Kipling. Luego, dirigiéndose al follador mancebo, le dijo estas palabras: "Jovencito: con paciencia y bondad he tolerado tus numerosas faltas. He disimulado que bebas de mi barril de oporto, al cual echas luego agua para disimular tus hurtos. Me he hecho de la vista gorda cuando vendes al propietario vecino los huevos y crías de faisán. No me ha importado ver que usas batas y pijamas indiscutiblemente sacadas de mi ropería. Pero esta vez, muchacho, has llegado demasiado lejos". Exclama con entusiasmo lady Loosebloomers: "¡No te imaginas hasta dónde!"... FIN.