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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Cuatro clases de sexo hay en el matrimonio. Al principio, sexo de casa. Toda la casa es una gran alcoba. Se hace el amor, de súbito y con ardimiento, lo mismo en el lecho que bajo la ducha; sobre la alfombra de la sala; en la mesa de la cocina y -si la privacidad lo permite- en el jardín. Tiempo después se pasa al sexo de alcoba: solamente ahí se hace el amor, ahora morigeradamente, y a veces con sujeción a un calendario: los martes y viernes, nada más; y luego los sábados, de 12 de la noche a 12.10. Luego viene el sexo de calendario: mensual, o tres o cuatro veces en el año, movido por alguna inusual inspiración: una película tres equis; una copa de más; algún repentino impulso de la carne. Finalmente llega la época del sexo de alberca: nada, nada, nada... Un vagabundo astroso se acercó a la linda muchacha y le pidió: "¿Me regala 50 pesos para una taza de café?". La chica le responde: "Una taza de café cuesta sólo 25 pesos". "Ya lo sé -contesta el pedigüeño-. Pero esperaba que usted me acompañara"... Con sombrío acento le dice un tipo a otro: "Estoy casado con una hermosísima mujer, una excelente cocinera, una gran conversadora y una amante extraordinaria". Pregunta el otro: "Y entonces ¿qué te preocupa?". Replica el tipo: "La ley castiga al que se casa cuatro veces"... Cuando un individuo, un hogar o una empresa se encuentran en apuros económicos, tienen tres caminos para buscar remedio a su dificultad: 1-. Reducir gastos. 2-. Aumentar ingresos. 3-. Pedir prestado. El mismo esquema básico puede aplicarse a una nación. La economía de un país está sujeta a los mismos principios esenciales que rigen la economía de una persona, de una casa, o de una empresa mercantil. Esos principios son tan elementales como los que atañen a la economía de la vida, y exigen como medida sencilla y primordial no gastar más de aquello que se gana. Quien se aparta de esa básica regla va a la ruina, y debe entonces recurrir a alguna de aquellas tres medidas: reducir gastos, aumentar ingresos o pedir prestado. La situación económica de México es de tal manera grave que seguramente el Gobierno recurrirá a las tres. Intentará tímidamente hacer menos pesado el aparato público; aplicará denodadamente nuevos impuestos, y se endeudará aún más de lo que ya está ahora. Esto que digo no es ominosa profecía. Huyo de hacer ominosas profecías, porque las profecías ominosas nunca fallan, y se cumplen siempre. Lo que señalo es el simple reconocimiento de una realidad que se muestra patente en mil maneras. Estamos, si me es permitido usar un tecnicismo, ligeramente jodidísimos. Quienes manejan -para decirlo de algún modo- las finanzas del país tendrán que buscar ayuda hasta de la corte celestial: ángeles, arcángeles, principados, poderes, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines. Tales son los integrantes de ese selecto grupo cortesano. Los he citado por orden jerárquico, de inferior a superior, conforme a lo establecido por los grandes estudiosos del Cielo: San Ambrosio, San Jerónimo, el Papa Gregorio, San Juan de Damasco y San Isidoro de Sevilla. A aquella célica corte nos encomendamos para que nos salve de la definitiva bancarrota. Seguramente los de allá pueden hacer más que los de acá. Éstos lo único que saben hacer es aumentar impuestos... Al terminar el trance erótico Rosilí le dijo a Libidiano: "Muchas gracias". "¿Por qué me das las gracias?" -se extrañó él. Repuso la muchacha: "¿Piensas acaso que no tengo educación sexual?"... Afrodisio, galán concupiscente, le dice a su mujer: "He encontrado una nueva forma de hacer el amor. Hoy por la noche lo haremos espalda con espalda". "¿Espalda con espalda? -se asombra la señora-. Y eso ¿nos dará placer?". "Pienso que sí -responde Afrodisio-. Voy a invitar a otra pareja"... FIN.

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