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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Veterino, caballero de madura edad, padecía el mal llamado "de San Vito". Su cuerpo se sacudía en un temblor constante. Cierto día el añoso señor llegó a una casa de mala nota, burdel, mancebía o lupanar, y pidió cinco mujeres. La madama del establecimiento, acostumbrada a todo tipo de extravagancias y rarezas, obsequió su deseo, y llamó a cinco muchachas para que lo atendieran. Llevaron ellas a don Veterino a un budoir en cuyo centro había un lecho de forma circular, con sábanas de seda negra y cojines de terciopelo rojo. En él se tendió don Veterino en decúbito supino, quiero decir de espaldas. Sacudido por incesantes convulsiones -aquellas que el mal de San Vito le causaba-, don Veterino le pidió a una de las muchachas: "Sujétame este brazo". Se dirigió a la segunda: "Detenme tú este otro". A la tercera le pidió: "Agárrame esta pierna". Le dijo a la número cuatro: "Sostenme la otra". Luego le ordenó a la quinta muchacha, la que mostraba las mejores carnes: "Tú ponte sobre mí". Cuando estuvo cumplido todo eso les dice don Veterino a las cuatro chicas que le detenían las convulsiones: "¡Ahora sí, muchachas! ¡Suéltenme!"... Con cínica desfachatez los partidos políticos hacen manipuleos que evidencian el nulo respeto que sienten por los ciudadanos. La ley impone una artificiosa "cuota de género" por la cual determinado número de mujeres deben ser postuladas por cada partido como candidatas. (Ninguna cuota, en cambio, favorece a los homosexuales y lesbianas). Llamo a esa cuota "artificiosa" porque lo que debe importar en los candidatos es el talento, la capacidad y la honestidad, independientemente de lo que tengan en la entrepierna. Claro que eso pone en desventaja a los varones frente a las mujeres, pero aún así no debería existir esa cuota, que una vez más hace a la mujer víctima de la actitud paternalista del varón. Éste concede como graciosa dádiva lo que la mujer por sus propios méritos y luchas debería obtener. Pero ése es otro cantar. Lo que quiero decir es que para cumplir con esa cuota muchas mujeres se inscriben como candidatas, y llevan como suplente a un hombre. Luego renuncian en beneficio de él. Así burlan a sus electores y a la ley, y entregan mansamente lo que consiguieron. (Deberían aprender del ya célebre Juanito a decir: "Sí, pero no"). Se antoja a veces dar la razón a los misóginos que afirman que el peor enemigo que tiene la mujer en su lucha por la igualdad es la mujer... Don Cornulio sospechaba que su esposa le era infiel. Cierto día fingió que salía a su trabajo, pero volvió a ocultas, se escondió abajo de la cama, y esperó. No pasó ni una hora cuando sintió que el lecho se agitaba por virtud de los frenéticos meneos de quienes la ocupaban. Salió y vio a su mujer en trance de coición con un apuesto caballero. Era don Crésido, el más rico señor de la comarca. Con glacial flema el magnate le dijo a don Cornulio: "Señor mío: ahora sabe usted que su esposa y yo tenemos una relación". "Estoy empezando a sospecharlo" -reconoció el mitrado. "Quiero que sepa -prosiguió el dineroso señor- que ella se irá conmigo. Usted recibirá como indemnización una pensión equivalente al sueldo de un diputado federal, con las mismas prestaciones; y además un coche de lujo, que cambiará cada año; el alquiler de un penthouse en Reforma y un crucero anual de vacaciones, a su elección". Pregunta don Cornulio: "¿Desde cuándo se entienden usted y mi mujer?". Responde, imperturbable, el millonario: "Desde hace un año". "¡Es usted un canalla! -prorrumpe don Cornulio-. ¡Un infame! ¡Un disoluto! ¡Un ruin! ¡Tres años follando con mi esposa, y hasta ahora me hace esa proposición!"... FIN.

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