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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Le dijo Babalucas a un amigo: "Estoy muy molesto. A mi novia le gusta hacer el amor en el asiento de atrás del automóvil". Le pregunta el amigo, extrañado: "¿Y eso te molesta?". "-Sí -responde mohíno el tonto roque- Lo hace con otro, e insiste en que yo maneje"... Don Bernardino Fernández de Velasco y Pimentel, duque de Frías y conde de Peñaranda, escribió un libro que se llama "Deleite de la discreción y fácil escuela de la agudeza". La obra es un rico florilegio de anécdotas, dichos y gracejos de personajes de diversas épocas y lugares, sobre todo de España en el Siglo de Oro. Uno de esos relatos me llamó mucho la atención. En él narra el autor un sucedido del rey don Pedro. Aconteció que un canónigo de Sevilla, hombre soberbio y dado a la violencia, se enfureció contra un zapatero que no le hizo a su gusto unos zapatos, y lo mató. El Cabildo de la ciudad, atento a la calidad de religioso del homicida, lo condenó solamente a no entrar en el coro por el término de un año. Creció el hijo del zapatero, que era niño cuando aquel mal sacerdote asesinó a su padre, y se hizo zapatero, como él. Cierto día hubo una procesión por las calles de Sevilla. En ella iba el canónigo, ataviado con sus lujosas vestiduras. El muchacho se lanzó sobre él y lo mató a puñaladas. El Cabildo lo condenó a morir descuartizado. Pero estaba en la ciudad el rey don Pedro, y pidió ver los autos del proceso. Los leyó, y decretó luego: "Esta sentencia es injusta. Revócola, y mando salga de la cárcel ese joven, privándolo de hacer zapatos por un año". Gran rey debe haber sido ese señor don Pedro. Sabía que entre las principales calidades de la ley están la abstracción y la generalidad: a todos debe aplicarse por igual, independientemente de su condición. Es posible reconocer el subdesarrollo de un país por el hecho de que en él la ley no es la misma para todos. El rico y poderoso escapa a sus dictados, y sólo al pobre y débil alcanza su inflexibilidad. Recordemos aquel dolido pensamiento que una mano anónima inscribió en un muro de la antigua cárcel de Lecumberri: "En este lugar maldito, / donde impera la tristeza, / no se castiga el delito: / se castiga la pobreza". El desamparo de los ciudadanos ante el delito se acentúa en México si a esa injusticia se añade la impunidad. La corrupción generalizada; las deficiencias y lacras que presentan muchas corporaciones policiacas; las insuficiencias y fallas del sistema judicial; todo eso hace que muchos delitos queden sin castigo. La inseguridad se enseñorea entonces de nuestras ciudades, y la vida cotidiana se vuelve una aventura peligrosa. México no será una casa segura para nadie mientras no sea nuestro país un verdadero estado de Derecho, donde la ley se aplique, y se aplique a todos por igual... ¡Inspirado este día has estado, columnista! Tu requisitoria merecería ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero. Desgraciadamente ambos materiales -bronce y mármol- están ahora muy caros, y la requisitoria salió bastante larga. Confórmate, pues, con un pequeño espacio adicional para que cuentes alguna de tus chocarrerías, de modo que nuestro espíritu se alegre después de la requisitoria... Casó Pompana, mujer de buenas carnes y en plenitud de edad, con don Languidio, señor de muchos años. Al día siguiente una amiga llamó por teléfono a Pompana, y llena de curiosidad le preguntó cómo le había ido en su noche de bodas. "Bien y mal" -respondió ella. "¿Cómo es eso?" -se desconcertó la amiga. "Me fue bien -explica Pompana-, porque le di Viagra a Languidio, y funcionó. Pero me fue mal porque se me olvidó darle la píldora de la memoria, y no supo lo que debía hacer... " FIN.

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