El perrito le dice a la perrita: "Esta vez lo vamos a hacer de hombrecito"... En la central de autobuses Babalucas le pidió al encargado: "Dame un boleto, viaje redondo". Le pregunta el empleado: "¿A dónde?". Babalucas responde con enojo: "¡Pos aquí, indejo! ¿No te estoy diciendo que es viaje redondo?"... Un grupo de señoras se fue a quejar con el Obispo. La que llevaba la voz le presentó la queja. Dijo: "Monseñor: hay un sacerdote que dice que es capaz de echarse -¡esa palabra usa, Su Excelencia!- a seis mujeres seguidas. ¿Pasa usted a creer semejante grosería, señor Obispo?". Con reposado acento pregunta el dignatario: "El sacerdote que dice eso ¿no es por ventura el padre Pitorro?". "¡Él es, Monseñor!" -claman a coro las presentes. Se queda pensativo Su Excelencia, y luego asegura con tono de absoluta certidumbre: "Sí se las echa"... En el mismo tono autoritario con que un rey se dirige a sus vasallos, Andrés Manuel López Obrador ordenó a sus seguidores que dejen de leerme. Entiendo que ni siquiera les dio permiso de leer los chistes que pongo en mi columna. Dice AMLO que manipulo a la clase media de México, y advierte a sus adeptos que si me siguen leyendo les voy a lavar el cerebro y voy a sacarlos de la realidad. Gran valimiento me concede don Andrés Manuel, pues me juzga capaz de lavarle el cerebro a toda la clase media mexicana, que es bastante numerosa. La verdad, eso sería mucho lavar. Escaso aprecio muestra, en cambio, y ningún respeto, por quienes lo siguen, pues al decirles lo que pueden leer, oír y ver, y lo que no, los trata como a menores de edad o incapacitados sin propia voluntad y sin criterio, cuyo cerebro puede ser lavado. Amonesta a los suyos López Obrador, y les aconseja que se cuiden, pues puedo sacarlos de la realidad. Ya quisiera yo poder salirme de ella, y vagar por un mundo de idealismo en el que no hubiera realidades como ésta que debo reseñar. Convertido en censor, AMLO hace una lista de autores prohibidos, en la cual incluye también a mi amigo y colega Germán Dehesa; a Pedro Ferriz de Con, otro amigo por quien siento afecto grande; y a varios comunicadores más, e impone esa lista a aquéllos a quienes ve como a sus súbditos. Él sí puede leerme, pero ellos no. Hay que pensar lo que sucedería si alguna vez este dictador de consignas llegara al poder. Pero mis cuatro lectores son hombres y mujeres libres que piensan por sí mismos y no admiten censuras ni prohibiciones. Ellos son los que escogen sus lecturas; no López Obrador... El padre Arsilio les puso una prueba a los niños del catecismo. "¿Cómo reconocerían ustedes a Adán entre todos los hombres de la antigüedad?". Esperaba que le respondieran que aquel que no tenía ombligo era Adán. Pero Pepito levanta la mano y contesta: "Yo les diría a todos: 'Vayan a tiznar a su madre'. El que no fuera, ése sería Adán"... El relato que sigue ahora es picaresco. Personas con repulgos de conciencia, absténganse de leerlo... Viajaba un señor en tren. Su vagón era de segunda clase; tenía asientos de rejilla. El pobre hombre se agitaba, inquieto, y hacía visibles muecas de dolor. La mujer que iba sentada a su lado le reclama con tono de molestia: "Oiga usted: ¿por qué se menea tanto? Parece que está tratando de poner un huevo". "No, señora -replica en tono congojoso el lacerado-. Estoy tratando de sacarlo"... FIN.
