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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Rosilí tenía un perico. Y tenía también un amigo -digamos íntimo- que la visitaba en su departamento. Cierto día se levantó Rosilí por la mañana y quitó el lienzo con que cada noche cubría la jaula del lorito. En eso sonó el timbre de la puerta: era el amigo -digamos íntimo- que ese día llegó muy temprano, al comenzar el día. Al hombre le molestaron las miradas de curiosidad que en los momentos de mayor intensidad amatoria les dirigía el cotorro, y le pidió a Rosilí que volviera a cubrir la jaula con el trapo. Lo hizo ella, y exclamó el perico: "¡Carajo! ¡Este es el día más corto que he conocido!"... En la fiesta un necio sujeto le hacía la ronda a una chica, con empecinamiento de moscón. Le dijo ella sonriendo: "Sea usted un ángel". "¿Qué quieres, linda?" -le preguntó, ansioso, el tipo. Respondió ella sin dejar de sonreír: "Váyase a volar"... El juez interrogaba a la mujer que se quejaba de haber sido golpeada en una riña callejera. Le preguntó: "¿Usted fue la señora que recibió una patada en la trifulca?". "No fue en la trifulca, señor juez -lo corrige ella-. Fue un poco más arriba, ya cerca del ombligo"... Bustolina Grandchichier, mujer de tetamen abundoso, de mucha pechonalidad, iba en el elevador. "No empuje, señorita" -protestó el hombre que iba de espaldas frente a ella. "No estoy empujando -se defendió Bustolina-. Estoy respirando"... El señor cura no hallaba cómo consolar al viudo el día del funeral de su mujer. "Ya no llores, hijo -le dice-. Mira: el tiempo sana todas las heridas. Podrás rehacer tu vida. Quizá no es propio que te diga lo que te voy a decir, pero te veo tan afligido que te lo diré. En mi parroquia hay varias señoras viudas, y señoritas célibes de tu misma edad. Yo mismo podré presentarte a alguna después de que pasen unos meses". Pregunta entre sus lágrimas el tipo: "Y dígame, padre: ¿no tiene algo para hoy en la noche?".. Apenas acababan los dos cazadores de instalar su tienda de campaña cuando se les apareció, a cinco metros de distancia, un oso gigantesco erguido sobre sus patas traseras, en actitud amenazante. "¡Dios mío! -exclamó uno-. ¿Qué vamos a hacer?". Dijo el otro: "No sé tú. Yo corro a dar la noticia al otro extremo del país"... Don Cornulio le reclamó a su joven esposa, Livvy Ana: "Mis amigos me dicen que me hiciste indejo". "¡No es cierto! -protesta con vehemencia la muchacha-. ¡Ya venías así!"... Un joven electricista consiguió que Rosibel le diera una cita amorosa. Fueron a un motel de los de corta estancia. El tipo se aligeró la ropa y mostró con orgullo su musculatura. "-Mira -le dijo, jactancioso, a Rosibel-. ¡Cien mil voltios de músculo!". "-¡Caray! -se preocupó Rosibel-. ¿Y para ese voltaje usas un fusible tan pequeño?". (No le entendí, porque no sé nada de electricidad)... Bucolio, joven campesino, fue a la ciudad, y un amigo suyo lo invitó al cine. Se exhibía esa tarde una película francesa con alto contenido erótico. El actor besaba a la actriz en la orejita; en el cuello; en el pecho; en la cintura; en el torneado vientre; en... (¡Qué útiles son a veces los puntos suspensivos!). Bucolio seguía con atención profunda toda esa actividad osculatoria. De pronto ya no se pudo contener, e inclinándose sobre su amigo le dijo en voz baja y burlona: "¡Esos extranjeros! ¡No saben dónde se debe besar a una mujer!"... FIN.

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