Un explorador llegó a una aldea de salvajes en lo más profundo del África, ahí donde la mano del hombre blanco jamás había puesto el pie. Al llegar oyó a lo lejos el ruido de tambores que sonaban. Aquello le pareció un detalle pintoresco, y lo anotó en su diario: "Están sonando los tambores de la selva". Todo el día se escuchó aquel monótono tam-tam. Por la noche siguieron sonando los tambores; no dejaron de oírse ni un minuto. Continuaron sonando todo el siguiente día sin descanso, y otra vez toda la noche. Cuando amaneció el tercer día, y el viajero oyó que los tambores seguían sonando, no pudo aguantar más. Desesperado buscó al jefe de la tribu y le preguntó lleno de ansiedad: "¿No dejarán de sonar nunca esos tambores?". Respondió con voz gutural el jefe: "No es bueno que los tambores dejen de sonar". "¿Por qué? -preguntó el viajero-. Si los tambores dejan de sonar ¿eso significa que seremos atacados?". "No -responde el jefe de la tribu-. Cuando los tambores dejan de sonar sucede algo más espantoso aún: Sigue el solo de contrabajo"... La mala suerte ha acompañado a Felipe Calderón. Quiso él que su Gobierno fuera "El Gobierno del empleo", y la recesión mundial trajo como resultado no sólo que no se crearan en el País nuevos empleos, sino que muchos mexicanos perdieran el que tenían. Los voceros oficiales nos dicen que los efectos de esa recesión están pasando ya, pero no vemos indicios claros que fundamenten esa declaración. La disminución de los ingresos derivados del petróleo; la baja constante de las remesas que los migrantes mexicanos envían a sus familias; el descenso de las divisas que obtenemos del turismo, todo eso agrava la situación aún más. En épocas como ésta la administración federal debe incrementar sus programas sociales, e ir en apoyo de los sectores más débiles de la población. Esto suele ser motivo de crítica. Se dice que los subsidios y ayudas a los necesitados constituyen un paternalismo estatal que a la larga causa más daños que beneficios. Pero sucede que enfrentamos ahora una situación de emergencia, y no se puede simplemente dejar hacer, dejar pasar, como pedían los partidarios de la fisiocracia. Esa doctrina supone que la economía obedece a leyes fijas, como la naturaleza, y que se debe permitir por tanto que esas leyes actúen libremente, sin estorbos. Sin embargo -lo dijo Publio Siro-, "Necessitas dat legem, non ipsa accipit". La necesidad impone la ley, no la recibe. En la presente coyuntura debe el Estado acudir a remediar los males de la población, y no esperar a que los movimientos del mercado -movimientos que no son tan libres como muchos creen- vengan a remediar la situación... En virtud de que no entendí nada de lo dicho, procedo ahora a contar otros lenes chascarrillos... Un señor y un niño llegaron a la peluquería. El señor le pidió al peluquero que le cortara el pelo, y al terminar le pidió que le cortara también el pelo al niño. "Voy a la tienda de la esquina a comprar cigarros -le dijo el señor al chiquillo-. Regresaré en 5 minutos". El peluquero terminó de cortarle el pelo al niño, pero el señor no regresó. En tono de broma le dice el peluquero al chamaquito: "Parece que tu papá ya se olvidó de ti". "No es mi papá" -responde el pequeño-. Yo estaba jugando en la plaza; pasó él y me dijo: '¿Te gustaría que te cortaran el pelo gratis?"... Nevó, y Babalucas salió con botas blancas a la calle. Explicó: "No quiero dejar huellas en la nieve"... El padre Arsilio reprendía a Pirulina: "Tu hermana mayor es monja; tu hermana menor es maestra; tu prima es secretaria... ¿Cómo pudiste tú llegar a prostituta?". "No sé, padre -responde sinceramente Pirulina-. Supongo que fue mi buena suerte"... FIN.
