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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El Génesis no lo dice, pero cuando Dios hizo a Adán le puso cuatro manos, y cuando hizo a Eva le puso cuatro bubis. Aquella cuadruplicación no molestó a Adán, pero a Eva sí. "Señor -protestó la mujer-. Yo no voy a tener camadas, como otras hembras. ¿Por qué me pusiste tantas bubis?". El Señor pensó que Eva tenía razón. Le quitó, pues, un par de bubis. Entonces Adán fue con el Creador, y le pidió lleno de tristeza: "Señor: ¿para qué quiero ahora cuatro manos? Déjame solamente dos"... El perro sirve para ahuyentar ladrones, pero sirve más para ahuyentar la soledad. Un hombre puede no tener una mujer; puede quizá no tener amigos; pero si tiene un perro jamás estará solo. El perro ha acompañado siempre al hombre. Está esperando con paciencia a que el hombre llegue a ser verdaderamente humano, y mientras tanto no le reprocha sus inhumanidades. No le reprocha nada, ni siquiera que no sea como él. Llamamos al perro "el mejor amigo del hombre" porque mueve su cola en vez de mover su lengua. En homenaje a ese buen amigo, el perro, escribí mi más reciente libro. Hace unos días entregué el original a esos sabios hacedores de libros que son mis editores de Diana, perteneciente al Grupo Planeta. Diseñaron ellos una bellísima portada que muy pronto verás en las librerías de calidad. Desde ella te mirará el Terry, mi amadísimo cocker spaniel, y con sus ojos de luz te pedirá que lo lleves contigo. El libro se llama "Mi perro Terry". En él hablo del entrañable vínculo que une a un hombre o una mujer con su perro, y del amor que hay entre ellos. Quien tenga un perro, o haya tenido uno, encontrará en sus páginas un retrato suyo y de su perro. Espero que mis cuatro lectores reciban este nuevo libro mío con el mismo cariño con que han recibido los anteriores. Lo escribí con espíritu franciscano. En él no sólo hablo de perros, sino de todas las criaturas que con nosotros viven en el mundo, y con las cuales nos hemos de hermanar si queremos merecer el nombre de hombres. Tú, que amas la vida y vives el amor, estás en sus páginas. Doy gracias a Dios por haberme enviado a ese ángel disfrazado de perro que fue el Terry. Doy gracias también a mis amigos de Diana y de Planeta por haberme pedido que escribiera un libro especial para todos aquellos que tienen un perro, y lo aman, lo cuidan, lo curan, comparten con él su casa, y comparten también con él sus alegrías y sus tristezas. Ojalá lean "Mi perro Terry", un homenaje de corazón y de alma a ese buen amigo que es nuestro perro... El cuento que ahora sigue es majadero en grado extremo. Lo leyó doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y sufrió un repentino ataque de miocimia, consistente en la ondulación o fibrilación del tejido muscular, con variados trastornos sensitivos. Las personas que no quieran sufrir un ataque de miocimia deben apartar los ojos de este mendaz relato... Llegó un hombre joven a una farmacia, y fue atendido por la bella encargada. "Quiero un condón" -pide el muchacho. "¿De qué medida?" -pregunta ella. "La verdad, no sé" -confiesa el joven. "Permíteme ayudarte" -ofrece la linda farmacéutica. Le baja el zipper al muchacho y procede a examinar con su mano la alusiva parte. Seguidamente le pide a su ayudante: "Trae un condón chico". Apenas había acabado de decir aquello cuando se corrige: "No, espera. Trae uno mediano". Aún no se daba la vuelta la ayudante cuando la muchacha se corrige de nuevo. "Espera -dice-. Trae un condón grande". Ya iba la asistente a traerlo cuando oyó que le gritaba la encargada: "¡Espera! ¡Trae un kleenex!"... (No le entendí)... FIN.

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