Un viajero vio desde la ventana de su hotel algo que le llamó mucho la atención. En el jardín público un trabajador cavaba pozos. Llegaba luego otro trabajador y los tapaba. En esa tarea llevaban ya toda la mañana. Sin poderse contener fue hacia ellos, y les preguntó: "¿Qué hacen? ¿Por qué uno de ustedes cava pozos, y luego viene el otro y los tapa". Responde uno de los hombres: "Es que el encargado de poner los arbolitos no vino hoy a trabajar". La historietilla me sirve para ilustrar los extremos a que puede llegar la burocracia cuando no cumple bien la misión que debe realizar. Es bien sabido que las burocracias se engendran a sí mismas: por ejemplo, para investigar por qué hay tanta burocracia se crea una comisión; más burocracia. En los últimos años, según muestran los números, la burocracia federal ha crecido desmesuradamente. Los triunfos políticos sirven para que los partidos -el PAN, en los dos últimos sexenios- acomoden a sus partidarios. La política mexicana se ha convertido en un mercadeo de chambas. No sólo es numerosísima nuestra burocracia, sino en muchos casos es ineficientísima, pues con frecuencia quienes desempeñan un cargo son escogidos sólo por amistad o compadrazgo, y porque se espera de ellos absoluta lealtad, por no decir absoluta sumisión. Así las cosas, no hay esperanza alguna de que la administración pública llegue a tener en México carácter de actividad profesional... La muchacha que se iba a casar le preguntó a su madre: "Mami: ¿qué hacen los hombres después de hacer el amor?". Sin vacilar contesta la señora: "Roncar"... Llegó lord Feebledick de la cacería de la zorra. Al entrar en la recámara encontró a su mujer, lady Loosebloomers, en trance de coición con Wellh Ung, el joven mancebo encargado de la cría de faisanes. "Powers of evil! -exclamó milord, asiduo lector de Rudyard Kipling-. ¿Qué significa esto?". "Ay, Feebledick, no sé -replicó lady Loosebloomers con fastidio-. ¿Acaso soy psicóloga?". "Y tú, villano -prosiguió lord Feebledick su reprensión-. ¿Para esto te pago?". "No, milord -respondió con mansedumbre el mozalbete-. Milady no me cobra"... Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, entró en la cantina del lugar, y le pidió al tabernero que le sirviera una copa. "No te la puedo servir -le dice el hombre-. Ya estás muy borracho. Ni siquiera puedes ver bien". "¿Que no puedo ver bien? -se enoja el temulento-. ¡Claro que puedo ver bien! Por ejemplo, veo perfectamente al gato que está entrando. Tiene un solo ojo". "Te digo que ya no ves bien -insiste el cantinero-. El gato no está entrando; está saliendo"... Los escoceses, ya se sabe, tienen fama de ser muy cuidadosos con el dinero. Jock McCock le contó a su amigo Mack McMack que había salido con una chica muy guapa. "La llevé en taxi -relata-. Y la muchacha tenía unas piernas tan bonitas que a duras penas podía yo mantener la vista en el taxímetro"... Doña Macalota llegó a la panadería, y le pidió al encargado: "Me da una dona, por favor". Pregunta el muchacho: "¿Se la pongo en una bolsa?". "No -responde con acritud la áspera señora-. Me la voy a llevar rodando hasta mi casa"... La joven periodista entrevistaba al escritor francés que estaba escribiendo un libro cuyo título sería: "Mil posiciones para hacer el amor". "¿Mil posiciones? -empieza preguntando la muchacha-. Yo solamente conozco una". "¿De veras? -sonríe el escritor-. ¿Cuál es?". "Supongo que la tradicional -contesta la muchacha-. La mujer se tiende de espaldas; luego el hombre se coloca encima y...". "Mon Dieu! -la interrumpe con entusiasmo el entrevistador tomando pluma y papel-. ¡Mil y una posiciones para hacer el amor!"... FIN.
