No diré que don Ulero Culipando, sheriff del condado de Armadillo, era cobarde. A lo más me atreveré a decir que quizá tenía muy desarrollado el instinto de conservación. El caso es que cuando supo que Jack el Matón iba a llegar al pueblo sufrió un ataque de cursos, carrerillas, cámaras, flujo, colerina o pringapiés, que de todos esos modos puede ser llamada la diarrea, y se recluyó en sus aposentos. Enterado Jack el Matón de eso fue a buscarlo. Don Ulero salió corriendo de su casa para salvar la vida. Jack le disparó las seis balas de su revólver Colt, afortunadamente sin acertar los tiros. Después le preguntaban al sheriff si había oído el ruido de las balas. "Dos veces -respondió Culipando, todavía tembloroso por la carrera-. Una vez cuando las balas me pasaron a mí, y la otra cuando yo pasé a las balas"... Dijo Jactancio, sujeto vanidoso: "Mi cosa incita a la religiosidad". "¿Cómo es eso?" -se sorprendió alguien. Explicó el fanfarrón: Cuando las chicas la ven exclaman siempre: '¡Santo Cielo!'"... ¡Clap clap clap clap clap clap clap clap! ¿A quién dedico ese alargado aplauso, que además, para mayor efecto, tributé con ambas manos? Lo dedico al PRD, partido que en más de una ocasión ha sido objeto de mi candente verba de admonición y de castigo. ¿Por qué alabo hoy a esa organización política? Porque parece que al fin se ha decidido a ser eso, una organización política, y no lo que ha sido en algunas ocasiones, un conjunto de tribus formadas por obsoletos extremistas que se niegan al ejercicio democrático y fincan sus acciones en la algarada y la violencia. He aquí que el Partido de la Revolución Democrática, cuya valiosa tradición de izquierda ha sido desvirtuada por aquellos porros, celebrará su congreso nacional el próximo diciembre. El propósito principal de tal encuentro será "la discusión y elaboración de ideas para la refundación del PRD, como instrumento de la sociedad". Precisamente la reunión se llama "XII Congreso Refundacional". Esto quiere decir que los perredistas reconocen ahora la necesidad de hacer un nuevo PRD, y de vincularlo con la sociedad mexicana, de la cual se ha alejado por las tácticas violentas de algunos de sus dirigentes, candidatos o militantes en general, que causaron daño a la comunidad y le enajenaron al partido, en forma significativa, la simpatía y apoyo de los electores. Por encima del nocivo empecinamiento de unos cuantos -cada vez más pocos, por fortuna, y más descalificados-, la dirigencia actual del PRD busca acercarse nuevamente a la ciudadanía. No podrá hacerlo sino mediante el uso de esa necesarísima herramienta, la democracia, que a costa de tanto esfuerzo ha conseguido el pueblo mexicano, esfuerzo al cual contribuyó en forma significativa el propio PRD. La democracia, por su propia naturaleza, implica la renuncia a toda acción violenta; descarta la intolerancia y el caudillismo autoritario; admite el pluralismo; propicia el diálogo y la concertación, y no manda al diablo las instituciones, antes bien actúa dentro de ellas como medio para perfeccionarlas. Yo saludo -la expresión pertenece a las izquierdas- esa voluntad de renovación que advierto en la actual dirigencia perredista, y a fin de que no quede duda de mi congratulación reitero de nueva cuenta el aplauso que al principio di: ¡Clap clap clap clap clap clap clap clap!... El vecino de enfrente llamó a Babalucas por teléfono y le dijo: "En este momento tu mujer está con un hombre en la recámara, y el hombre se está quitando la camisa". "Tendrá calor" -razonó Babalucas. "Ahora se está quitando la camiseta" -le informó el otro. "Tendrá calor" -repitió el badulaque. "Ahora -le dice el vecino- el tipo se está bajando el pantalón y lo demás". "¡Ah, no! -se indigna entonces Babalucas-. ¡Para hacer eso que se vaya al baño!"... FIN.
