En la escuela rural la profesora le preguntó a la niña Bucolina por qué no había asistido a clases el día anterior. "Nuestra vaca está en celo -explicó la pequeña-, y tuve que llevarla con el toro". Inquiere la maestra: "¿No pudo hacer eso tu papá?". Contesta la chiquilla: "No. Tiene que ser el toro"... Le cuenta un tipo a otro: "En Estados Unidos las empresas cigarreras están siendo demandadas por los graves daños que han causado a la salud de los fumadores". Replica el otro: "Entonces yo voy a demandar a las empresas fabricantes de licores, por todas las mujeres feas con las que me he ido a la cama"... Decía Babalucas: "Mi abuela tiene cataratas. Y eso que hay sequía"... Airadas voces se han levantado, algunas a más de 10 centímetros sobre el suelo, para exigir que no se lleve al cine la novela "Memorias de mis putas tristes", de Gabriel García Márquez. Esa inquisitorial demanda proviene principalmente de la izquierda. Yo siento un gran respeto por la izquierda, aunque a veces no sea tan derecha, pero creo que en este caso va por camino equivocado. Sus censores y censoras decretaron que permitir la filmación de esa novela es propiciar la pederastia, hacer la apología de la prostitución y la pornografía infantiles, y alentar la esclavitud de niños, pues su protagonista, un nonagenario, paga por tener una relación sexual con una adolescente de 14 años. Están seguros de que los varones que vean la película -sobre todo los que tengan 90 años o más- saldrán del cine poseídos por rijos pedofílicos, e irán corriendo a buscar niñas de 14 años, vírgenes y drogadas, para ejercer en ellas lo aprendido en ese inmoral film. Aplicando el mismo razonamiento deben pedir también que se prohíba la exhibición de otras dos magníficas películas basadas en novelas de García Márquez: "Crónica de una muerte anunciada", pues la obra puede incitar al público a cometer el delito de homicidio, y "El amor en los tiempos del cólera", porque ahí se exalta la promiscuidad sexual, fea costumbre del personaje principal, que tras haber conocido carnalmente a cientos de mujeres, ya en plena ancianidad, y pese a no ser de Saltillo, seguía teniendo amores eficaces con muchachas jóvenes. Lo que llama la atención en este episodio de censura es la falta de congruencia. No hace muchos años un funcionario panista reclamó su derecho a saber qué libros se encargaban en la escuela a su hija menor de edad, y juzgó impropia para ella la lectura de "Aura", de Carlos Fuentes. De inmediato se echaron sobre él como mastines los adalides de la izquierda libertaria, y lo cubrieron con los más acres calificativos y denuestos. Claro que con eso la espléndida novela de nuestro máximo escritor recibió una copiosa propaganda, igual que ahora sucede con la obra del colombiano. Sería una lástima que los productores de la película cedieran a las presiones de los extremistas. Ya se ve que los fanatismos de la izquierda son tan feroces y nocivos como los de la derecha. Yo pienso que es un privilegio vivir en la misma época en que vive Gabriel García Márquez. Es como haber vivido cuando vivía Cervantes. Impedir la filmación de "Memorias de mis putas tristes" es imponer a la obra de este hombre genial limitaciones derivadas de estrechos criterios moralistas, y someterla a obtusas consideraciones que nada tienen que ver con la naturaleza del arte, en cuya esencia está la libertad creadora. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado. Mejor narraré un cuentecillo final, a ver si se me pasa el coraje... Pirulina llegó presurosa con el padre Arsilio, y le pidió que la oyera en confesión. "Estuve hoy en la tarde con mi novio -le contó-, y me hizo el amor tres veces". Le indicó el buen sacerdote: "De penitencia reza tres rosarios". "Rezaré cuatro -ofrece Pirulina-, porque lo voy a ver de nuevo hoy en la noche, y de seguro va a querer por lo menos otra vez"... (Nota: Este chiste está prohibido, porque incita a la cuadruplicación)... FIN.