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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En el asiento de atrás del automóvil, Libidiano le dice con apasionamiento a Susiflor: "¡No sé qué me sucede cuando estoy contigo, que pierdo la razón!". Le contesta Susiflor: "Ahí donde tienes la mano no la vas a encontrar... Me alegró mucho que el Premio Nobel de Economía le haya sido otorgado a una mujer. No tengo el gusto de conocer a la doctora Elinor Ostrom -en 1972 asistí en Pecos, Texas, al CLXXXIII Congreso Mundial de Telegrafía sin Hilos, pero inexplicablemente ella no estuvo presente-; sin embargo le envío desde aquí un afectuoso saludo: ¡Hola, Elinor! Es inexplicable que la Academia de Suecia, por la cual siento bastante respeto, no haya homenajeado antes a una mujer economista, siendo que la economía es un campo que por esencia pertenece a la mujer. En la raíz de la palabra "economía" está la idea de casa. Y el cuidado del hogar fue en los principios de la humanidad una tarea femenina: la mujer quedaba en la cueva a cargo del fuego -es decir del hogar- y de la prole, mientras el cazador salía en busca de comida. Desde luego hemos perdido esa naturaleza, no sé si para bien o para mal. Actualmente, por exigencia de los tiempos, la mujer también sale a cazar, y el cuidado de la prole corresponde ahora a la guardería. ¡Qué haríamos, me pregunto, sin las instituciones surgidas del progreso! No obstante eso, a lo largo de los eones -eón: período de muy larga duración- la mujer desarrolló una especie de instinto del cuidado de la casa, de la economía, que aun disminuido en este tiempo de máquinas (y de maquinitas) la hace dueña de una sabiduría y una prudencia en el manejo de los asuntos de la casa, virtudes que los varones no tenemos. Hablo, claro, en lo general. En mi caso, de no ser por mi esposa, que desde el principio administró todos nuestros haberes, ahorita no tendríamos ninguno. Si yo hubiera manejado nuestra economía, hoy por hoy estaríamos sentados en un hormiguero. Y no de muy buena calidad el hormiguero: de segunda o tercera seguramente. De ahí mi extrañeza por el hecho de que el Premio Nobel de Economía no lo hayan recibido más mujeres. No tengo el gusto de conocer a la Academia de Suecia. En 1987 asistí en Amarillo, Texas, a la MDCCLXVII Academia Mundial de Academias, pero inexplicablemente la de Suecia no estuvo presente. Sin embargo le envío desde aquí un afectuoso saludo: ¡Hola, Academia de Suecia!.. Don Martiriano, el esposo de doña Jodoncia, le contó a un amigo: "El juez me multó con 10 mil pesos, porque le pegué a mi mujer mientras estaba dormida". "Yo te habría multado con 20 mil -le dice el amigo-. Es una infamia pegarle a tu mujer, y más estando dormida". Rebufa don Martiriano: "Te doy otros 20 mil pesos si te atreves a pegarle cuando está despierta"... Don Chinguetas, señor malhumorado, fue operado de la garganta, y el cirujano ordenó que la alimentación le fuera suministrada con una máquina, por vía rectal. Después de recibir una de aquellas humillantes nutriciones, don Chinguetas le preguntó a la enfermera encargada de la máquina: "Dígame, señorita: ¿hay en el hospital otra de estas máquinas?". "Sí, señor -contesta la muchacha-. Tenemos otra igual". Vuelve a preguntar don Chinguetas: "¿Podría traerla mañana a mi cuarto, junto a la mía?". "Sí podría -replica desconcertada la muchacha-, pero ¿para qué quiere usted otra máquina?". Responde con rencoroso acento don Chinguetas: "Es que quiero invitar a comer al cirujano"... FIN.

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