Decía una gringuita: "No me explico por qué los mexicanos se oponen por sistema a cualquier cosa. Yo con dos tequilas digo que sí a todo"... Le cuenta un señor a su amigo: "Acabo de regresar de un viaje a Japón". Le pregunta el amigo: "¿Viste la Danza del Kimono?". "Sí -responde el señor-. Pero las muchachas salieron con unos vestidos muy raros y muy largos, y el kimono nunca se les vio"... Un tipo les comentó a sus amigos: "Mi esposa es una gitana". "¿Quieres decir -le pregunta uno- que es temperamental, romántica, llena de súbitos caprichos?". "No -aclara el otro-. Es una gitana porque cada vez que llego tarde me hace ver mi suerte"... "Mi novio es todo un caballero -dice orgullosamente una chica a otra-. Siempre me besa la mano". Replica la otra: "El mío tiene mejor puntería"... El vecino de Babalucas se sorprendió al verlo trotando, pues el tonto roque no hacía nunca ninguna clase de ejercicio. "¿Qué haces?" -le preguntó poniéndose a trotar junto a él-. Respirando agitadamente Babalucas le contesta: "El doctor me dijo que mi vida sexual mejoraría considerablemente si corría 3 kilómetros diarios. Este día ya llevo 36, a ver si me sirven para hoy en la noche"... Todos los gobiernos surgidos de la larga época de dominación del PRI tenían un pecado original: eran ilegítimos. La ausencia de democracia implicaba que esos gobiernos carecían de legitimación. Se veían obligados a buscarla, pues, y para eso establecían complicidades con los sectores de la población cuyo apoyo les era necesario para sostenerse. De esa ilegitimidad, de esa necesidad de arreglos, nació el pernicioso sindicalismo que ahora padecemos, fincado en dádivas y concesiones las más de las veces excesivas. Ahora los gobiernos ya no tienen esa ilegitimidad. Emanan del voto de los ciudadanos; poseen, por lo tanto, la auténtica representación comunitaria. Esos malos sindicatos no tienen ya complicidades qué vender. Si viven todavía es por la inercia de los malos tiempos. Han visto ya esos sindicatos las barbas de su vecino cortar. Pongan las suyas a remojar. Es decir, intégrense a la vida democrática. (Nota de la redacción: nuestro amable colaborador es experto en eso de pedirle peras al olmo. Gracias)... El borrachín que bebía en la barra de la cantina le dice al cantinero: "-¿Me dejaste caer el contenido de una copa en el regazo?". "-No" -responde el hombre. "-Lo que me imaginaba -tartajea entonces el beodo-. Fue trabajo interno"... Llegó un pequeño circo a un lugarejo, y los animales fueron expuestos a la contemplación de los vecinos para despertar su interés y moverlos a asistir a la función. Acertó a pasar un arriero con su burro, y a fin de poder ver a los animales ató al pollino cerca del lugar donde la cebra estaba. La cebra miró al asno y fue hacia él. Le dice, vanidosa: "Todos los animales de este circo sabemos hacer algo. Yo sé bailar; otros saltan el aro, o caminan por la cuerda floja. Tú ¿qué sabes hacer?". Le responde el jumento, desafiante: "Quítate la piyama y te digo"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a consultar al médico: "Todas las noches tengo el mismo sueño -le cuenta-. Un negro me persigue para abusar de mí. Eso me hace despertar, y ya no duermo". El médico le recetó ciertas píldoras sedantes. Una semana después la llama por teléfono: "¿Funcionaron las píldoras, señorita Himenia?". "Sí -responde ella-. Ahora duermo perfectamente. Pero, la verdad, extraño al negro"... El elegante caballero fue a la peluquería. Le pregunta el estilista: "¿Desea el señor que le aplique un nuevo champú de huevos que acabo de recibir?". "No -responde el elegante caballero-. Lo preferiría en el cabello"... FIN.