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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Pina Kate le dijo en son de queja a su marido: "Ya no recuerdo la última vez que hicimos el amor". "Yo sí la recuerdo -contestó el individuo-. Por eso no lo hemos vuelto a hacer"... La novia de aquel muchacho salió embarazada. "¡Caramba! -se preocupó él-. ¡Espero que no sea mío!". Poco tiempo después la que salió embarazada fue la hermana del muchacho. Cuando la chica lo supo exclamó preocupada: "¡Caramba! ¡Espero que no sea mío!"... Doña Jodoncia le comentó a don Martiriano: "El esposo de la vecina le da un beso apasionado cuando sale por la mañana a trabajar. ¿Por qué no haces tú lo mismo?". Responde don Martiriano: "Apenas la conozco"... Esta columna se llama "Gracias, otra vez". Contiene una expresión de gratitud a mis cuatro lectores, que se multiplicaron milagrosamente por 200, y en número de 800 llenaron no sólo el salón C de la Feria del Libro en Monterrey, sino también el B y el A, que hubieron de ser habilitados con premura a fin de recibir a tanta gente que acudió a la presentación de "Mi Perro Terry", el más reciente libro mío. Una disculpa a quienes ya no pudieron entrar en el recinto, cuyas puertas fueron cerradas cuando había gente de pie hasta en los corredores. Fue éste, me informaron los organizadores, el evento más concurrido de la Feria. Díganme ustedes si no voy a estar agradecido con toda la buena gente que me da su afecto sin merecerlo yo. Llegué nervioso a la presentación, se los confieso. Por primera vez en la vida mi esposa no me acompañaba. Motivos de salud -ya superados, por fortuna- le impidieron estar conmigo aquella tarde, y sin ella me sentía desvalido. Luego, poco antes de comenzar la charla, le dije a Mariana, mi nieta adolescente: "Veo que tienes sueño, hijita". Respondió ella: "Es que anoche fui a un 15 años, abuelito. Pero no te preocupes: me dormiré cuando empieces a hablar". ¿No es eso para sacar de onda al más curtido disertante? Todo salió bien, afortunadamente. Mariana no se durmió, y el aplauso final de mis oyentes fue tan prolongado que debí unirme a él para disimular un poco mi emoción. Después siguió la firma de los libros. Tres horas y media estuve entregado a esa tarea deleitosa, y oyendo palabras de cariño de la gente. Dos cosas me conmovieron mucho. Una dama vestida de enfermera me dijo que el día anterior había sido festejada con motivo de cumplir 25 años en su profesión. Le dieron por ello un "pin" de plata, y me lo quería regalar "por tantas cosas buenas que en todos estos años usted me ha dado a mí". Le pedí que me lo impusiera ella misma, y sentí que recibía una condecoración. Luego una linda muchacha me contó que hace un año, en la Feria anterior, me obsequió un broche en forma de angelito. Recuerda que le dije al recibirlo: "Muy pronto habrá en tu vida un angelito igual". Y me mostró las fotos de su hermoso bebé, recién llegado al mundo. ¿Cómo creen que se llama ese niño? Armando, como yo. ¡Qué preciosísimo regalo! Mientras tanto "Mi Perro Terry" sigue volando. La primera edición del libro va en vías de agotarse. A mí estos prodigios me dejan turulato; los miro como un milagro de la vida. Si tuviera palabras te daría las gracias, amigo lector, lectora amiga. Pero no las tengo, y hago entonces lo mismo que "El pequeño escribiente florentino": te estrecho junto a mi corazón... Aquel señor de pueblo tuvo un dolor tremendo de cabeza. Su esposa lo llevó con una curandera, y ésta dictaminó que al pobre hombre le habían hecho ojo. Debía acostarlo en la cama y ponerle un huevo en la frente. Con eso se acabaría el mal. Un día después la curandera le preguntó a la señora si el tratamiento había dado resultado. "Ninguno -respondió ella-. Le llevaba ya el huevo a la altura del ombligo, pero no aguantó más y huyó corriendo"... FIN.

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