Don Astasio llegó a su casa, y otra vez encontró a su esposa en brazos -y piernas, y todo lo demás- de un desconocido. Colgó don Astasio su saco, su sombrero y su bufanda en el perchero, y fue al chifonier donde tenía guardada una libreta en la cual anotaba palabras injuriosas para decirlas a su mujer en tales casos. Volvió a la recámara y le espetó a la señora este dicterio: "¡Laste!". Tal palabra, según el latinista Hesiquio, equivale al griego "pórne", y significa algo así como "putaña". El vocablo se puede leer en un grafito de Pompeya muy conocido y citado por los eruditos. Se volvió hacia su esposo la señora y le preguntó: "¿Qué me dijiste?". "Laste" -repitió el mitrado marido. Y procedió a dar la explicación que yo di antes. Cuando la terminó, ya la inmoral pareja había consumado su ilícito connubio, y los fornicarios estaban procediendo a vestirse. Por motivos como éste siempre he creído que las explicaciones filológicas deben ser breves, precisas y concisas. Terminó de vestirse el ruin querido, y con toda calma se marchó, no sin antes concertar con su amasia la fecha y hora de su próxima entrevista. Ya a solas los esposos, le dijo la señora a don Astasio: "No me gusta que uses palabras raras cuando tenemos visita. Van a creer que somos unos pedantes"... ¿Cuál es el circo más caro del mundo? Alguien dirá que es el Soleil, con su fastuosa magia de luces y colores, de música, de grandes acróbatas y artistas. Otro opinante, poseído por la nostalgia de los tiempos idos, afirmará que no ha habido ni habrá circo más caro que el Ringling Bros, Barnum and Bailey, que tenía tres pistas en las cuales actuaban simultáneamente -y por si fuera poco al mismo tiempo- las más famosas estrellas del espectáculo circense. Mencionarán algunos al Circo Ruso, o al de Pekín, ambos con números exóticos traídos de los confines más remotos. Ninguno de tales y tan famosos circos, sin embargo, es más costoso que ese circo que en México tenemos, la Cámara de Diputados. En cualquier país civilizado provocaría vergüenza la visión de ese que muchas veces no parece recinto parlamentario, sino palenque, carpa de ínfima barriada, herradero o corte de milagros donde entre gritos, empujones, injurias y amenazas dirime sus pedestres contiendas una cáfila de pelafustanes. (Lo bueno, acota un lector metiéndose en esta columneja, es que México no llega todavía a ser país civilizado). Desde luego hay quienes se mantienen al margen de esta deplorable exhibición; pero si la Cámara de Diputados es, como algunos dicen, la representación nacional y el espejo del País, entonces, permítaseme decirlo en forma palmaria y paladina, estamos ligeramente jodidísimos... Decía una secretaria: "Mi jefe se está poniendo viejo. Todavía me persigue alrededor del escritorio, pero cuando me alcanza ya se le olvidó para qué me perseguía"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, le dijo a su amiguita Celiberia Sinvarón que don Autumnio, maduro caballero, la había invitado a salir esa noche. "Ten cuidado -le advirtió Celiberia-. Me han dicho que ese señor es un manos largas. Las mujeres con las que sale regresan siempre a su casa con la blusa rota". "Qué bueno que me lo dices -agradece la señorita Sinpitier-. Llevaré una blusa viejita"... Libidiano, galán concupiscente, le dijo a Susiflor, muchacha que se resistía a aceptar sus galanteos: "Esta noche te llevaré a pasear". "No lo harás" -opuso ella. Siguió el cortejador: "Te haré tomar algunas copas". "No lo harás" -replicó la muchacha. "Luego -continuó Libidiano-. Te llevaré a un motel". "No lo harás" -dijo de nuevo Susiflor. "Ahí te haré el amor" -le anunció el seductor. "No lo harás" -volvió a decir la chica. "Y para que lo sepas -concluyó Libidiano, desafiante- no usaré preservativo". Concluyó a su vez Susiflor: "Sí lo usarás"... FIN.
