Va a empezar la noche de bodas. Sale el novio en bata de baño, toma por los hombros a su mujercita y le dice con inflamado acento: "¡Te quiero, Dulcilí! ¡Te amo! ¡Te adoro con todas las fuerzas de mi ser!". La púdica doncella inclinó la frente. El vehemente galán se preocupó. "¿Te ofendió mi pasión arrebatada, cielo? -le pregunta, inquieto-. ¿Por qué bajas así los ojos, ángel mío?". Responde ella: "Para ver si es cierto''... El consejero matrimonial le informa a doña Frigidia: "Su esposo dice que a usted no le gusta hacer el amor". "¡Claro que me gusta!" -protesta ella-. ¡Pero ese maniático sexual quiere que lo hagamos tres y hasta cuatro veces en el año!"... Era el tiempo de las Cruzadas. Uno de los dos herreros que había en el pueblo le dice al otro: "¿Cómo puedes vender tan baratos los cinturones de castidad, Hefestio? Yo los doy al doble que tú, y aun así pierdo". Explica el otro: "Donde gano es en las llaves"... Fea palabra es "mezquindad". Con ese nombre se designa la calidad del mezquino, y el mezquino es aquel que no tiene nobleza de espíritu. Pues bien: yo pienso que la mezquindad es el atributo principal de nuestra actual clase política. Esta nueva casta cayó sobre la democracia como los animales carroñeros caen sobre su presa. Hicieron de ella su botín, y la han exprimido para sacarle toda suerte de ventajas. Aprovecharon la ausencia de aquel poder presidencial omnímodo que había antes, y usaron las distintas condiciones políticas que ahora vivimos para servirse con la cuchara grande y medrar a costa del interés de la Nación. Los partidos se ocupan sólo de su propio interés, y no piensan jamás en el de México. En lo único que están de acuerdo es en la defensa de sus privilegios. Es cierto: ha habido voces, como la de César Nava, presidente del PAN, que han puesto de manifiesto esos excesos y han sugerido modos de acotarlos. Pero a esas contadas voces responde un vocerío tendiente a frenar cualquier iniciativa que busque limitar las insultantes prerrogativas de que goza la enorme burocracia del poder, que tanto cuesta a la República y de la cual tan poco bien recibe. ¿Acaso no se dan cuenta los malos políticos de la pobre opinión que los mexicanos tienen de ellos? Y otra pregunta: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... El joven vaquero se veía muy bien con sus ajustados pantalones. La entrepierna se le abultaba en modo convincente. Pero se casó, y su flamante desposada lo vio por primera vez al natural. Le dijo la muchacha con disgusto: "Debiste haberte puesto ahí el letrero que ponen en los espejos retrovisores de los automóviles: `Los objetos parecen más grandes de como son en realidad'''... Fodoncia tenía el feo vicio del juego. Un día fue a las maquinitas y perdió todo su dinero. Desesperada, salió al estacionamiento e invocó al demonio. "¡Dame dinero -lo conjuró- y seré tuya en cuerpo y alma!". Apareció una sombra y se le puso enfrente. Le dijo a Fodoncia con cavernosa voz: "Primero tomaré tu cuerpo". En el curso de la acción dijo Fodoncia: "Espero que no te importe. Ya te habrás dado cuenta de que no era virgen". Responde la cavernosa voz: "Espero que a ti tampoco te importe. Ya te habrás dado cuenta de que no soy el demonio"... Pepito y Juanilito sostenían una conversación impropia de sus pocos años: hablaban de los nombres que reciben las partes pudendas del hombre y la mujer. Juanilito propuso algunas teorías, pero Pepito cortó la discusión. "Esas partes se llaman `destinos''' -aseveró con plena certidumbre. "¿`Destinos'?'' -se sorprendió el otro niño. "Sí, -repitió Pepito-. ¿No has leído las páginas sociales de los periódicos? Cuando hay un matrimonio simpre dicen: `Fulanita y Fulanito unieron sus destinos'''... Tarzan y Jane estaban haciendo el amor. Le pregunta ella de pronto: "Dime, Tarzan: antes de tenerme a mí ¿qué hacías en el renglón del sexo?". "¿Qué querías que hiciera? -contesta el Rey de la Selva-. Iba a una casa de chitas"... FIN.