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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Nadie que tenga tiquismiquis de conciencia lea el vitando cuento que viene hoy al final de esta columnejilla. Tan execrable historia se llama: "Por qué Florilí llegó de su luna de miel con un ojo morado". Leyó el relato doña Tebaida Tridua, Presidenta Ad Vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y sufrió un ataque de eritema perstans, forma aguda de dermatitis acompañada de eflorescencias rojas, con una pápula central y exudación serosa. Advertido de esta manera el público lector, ya sabrá cada quién si posa los ojos sobre esa badomía... Los hombres, por fortuna, han encontrado siempre la manera de burlar las prescripciones de los dioses, o de aquellos que se dicen sus representantes. En tiempos de Cicerón los astutos romanos le ofrecían a Júpiter sacrificarle un toro si les concedía tal o cual favor. Obsequiada la petición por el Olímpico, el beneficiado se compraba un conejo en el mercado, le ponía el nombre "Toro", llegaba al altar del dios y le decía. "Aquí te traigo este 'Toro', como te prometí". Los monjes medievales eran constreñidos por la rigurosa regla de su orden a ayunar a pan y agua durante largos días. Pero alegaban que la cerveza estaba hecha con los mismos ingredientes con que se hacía el pan, y acompañaban entonces el ayuno con libaciones copiosas del ambarino y espumoso líquido, lo cual alegraba mucho el sacrificio. En estos días algunos sacerdotes tronaron contra el Halloween -no hay cuestiones más importantes qué tratar-, y aseguraron que permitir que los niños se disfrazaran esa noche era entregarlos al poder de Satanás. (Nadie como ciertos profesionales de la religión para poner telarañas en las cosas). Las autoridades escolares se unen también a esa cruzada; denuncian de extranjería esa costumbre, e imponen a los maestros la obligación de hacer altares de muertos. Pero sucede que en el norte de la República eso de los altares de muertos es también exótica costumbre, tan extranjera como el Halloween. (Los alumnos de cierta secundaria en mi ciudad me pidieron mi retrato para hacerme mi altar de muertos por adelantado. "Antes de que nos lo ganen", me dijeron). Ese nacionalismo chabacano me hizo recordar a Calles, que quiso desterrar de México lo mismo al Niño Dios que a Santa Claus y a los Reyes Magos, y ordenó a los maestros y padres que dijeran a los niños que los regalos se los traía Quetzalcóatl, hágame usted el refabrón cavor. Inofensiva costumbre es la del Halloween, que agrada a los chiquillos y pone vida en una fecha que es de muerte. Ciertamente el folclor mexicano relacionado con la muerte está lleno de belleza y significación, pero es cosa de adultos. Los niños deben tener también sus propias fiestas. ¿Por qué privarnos de costumbres venidas de otros lados? Muchas costumbres navideñas vinieron de otros lados -el pino y el nacimiento, entre otras-, y las hemos hecho nuestras. No compliquemos lo sencillo, ni cerremos las puertas y ventanas de la casa, pues eso trae consigo oscuridad... Viene ahora el nefando cuento que arriba se anunció... Florilí llegó de su luna de miel con un ojo morado. He aquí por qué sucedió eso. En su despedida de soltera algunas de sus amigas relataron una curiosa experiencia que tuvieron en su noche de bodas. Dijo una, muy divertida: "Toqué los testículos de mi marido Toño, y estaban fríos". Dijo otra: "También los de mi esposo Pedro". "Y los de Juan también" -terció otra. "Y los de Bernardino" -dijo la siguiente. Pues bien, sucedió que al empezar la noche de bodas de Florilí, recordó ella lo que había oído, y con curiosidad de recién casada puso su mano en los dídimos o compañones de su novio. Al hacerlo exclamó sin poderse contener: "¡Mira qué coincidencia! ¡Están iguales que los de Toño, Pedro, Juan y Bernardino!". Eso explica lo del ojo morado... FIN.

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