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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Cosas de la recesión. Le dice un señor a su esposa: "Gastas demasiado en el perro. Nos desharemos de él, y en adelante ladraré yo mismo. Y yo gasto mucho en mujeres. Me desharé de ellas, y en adelante a ti ya no te dolerá la cabeza por los noches"... De paseo por el campo, Pepito le preguntó a su papá: "¿Qué hace ese toro arriba de la vaca". El señor tosió, y respondió lo primero que le vino a la cabeza: "Se sube a ella para poder ver por encima de la barda". "Pues qué listo es -comenta el chiquillo-. Así mira el paisaje, y además aprovecha para follarse a la vaca"... Se va el tiempo. Irse es su principal habilidad, aparte de la curativa. Lo digo porque mucha agua ha pasado bajo el puente desde que empecé a reseñar la actividad de los gobernadores de Coahuila. Mi tarea se inició -figúrense mis cuatro lectores- cuando gobernó el general Raúl Madero, hermano que fue del Apóstol de la Democracia. Desde entonces mi estado natal ha tenido gobernadores excelentes, buenos, regulares, malos y alguno pésimo. Supongo que en todas las entidades del País sucede eso mismo. Después de tantos años estoy en aptitud de comparar. Puedo decir entonces que Humberto Moreira es uno de los mejores gobernadores que Coahuila ha tenido. Mis paisanos me darán la razón, pues en eso coinciden tirios y troyanos. Poco antes de la reciente elección de alcaldes me visitó en mi casa un grupo de panistas de gran relieve nacional y local. Les pregunté acerca de los resultados que esperaban del proceso. "No serán buenos para el PAN -me contestaron-. Estamos muy divididos en Coahuila, y el profesor Moreira ha hecho una buena obra de gobierno". La verdad es que eso está a la vista. En todas las ciudades del estado, aun en las comunidades más pequeñas, se observan los efectos de una intensa labor que ha redundado en beneficio general. Moreira es hombre joven; tiene entonces capacidad de trabajo y entusiasmo. Por su origen de maestro conoce las necesidades de la gente; ha estado siempre cerca de ella, y actúa no sólo con talento político, sino también con una generosidad natural que se traduce en obras para todos, sobre todo para los más necesitados. A un analista político le están vedadas ciertas actitudes, entre ellas la admiración; pero como yo no soy un crítico profesional, sino un mero ciudadano que por azares de la vida escribe en los periódicos, puedo decir entonces sin tapujos que admiro la obra del profesor Moreira. Nadie habrá que me acuse de alabar sin causa, pues todos reconocen su trabajo. El mío consiste en señalar lo malo y reconocer lo bueno. Reconozco ahora lo bueno, y lo hago con gusto, pues me alegra ver el progreso de mi tierra y las obras que se hacen en bien de sus habitantes... Llegó un señor a cierta institución de salud pública, y le dijo al médico: "Vengo contra mi voluntad. Me han dicho que aquí los doctores tratan a los pacientes como perros". "No es cierto -responde el facultativo-. A ver, échese"... Jactancio, sujeto presuntuoso, fue abordado en el antro por una dama que le dijo de buenas a primeras: "¿Tomamos una copa?". Jactancio contestó: "Bebedor, lo que se llama bebedor, no soy. Pero está bien: vamos a tomar una copa". Un rato después propuso ella: "¿Bailamos?". Respondió el tal Jactancio: "Bailador, lo que se llama bailador, no soy. Pero está bien: vamos a bailar". Luego sugirió la dama: "¿Vamos a un lugar más íntimo?". Jactancio dijo: "Seductor, lo que se llama seductor, no soy. Pero está bien: vamos a un motel". Sucedió ahí lo que tenía que suceder. Al terminar el trance Jactancio comenzó a vestirse. Le dice la mujer: "¿Y el dinero?". Contesta Jactancio, displicente: "Gigoló, lo que se llama gigoló, no soy. Pero está bien: déjamelo sobre el buró"... FIN.

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